Martes 13 de julio de 2010, desde un rincón del Sur del Mundo llamado Uruguay…
En Solymar, poblado-balneario hoy casi capitalino, una señora que bordea los 70 y que suele ser pesimista y algo (divertidamente) gruñona, escribe por Facebook lo feliz que está de los triunfos que acumula su selección celeste en lo que iba del Mundial 2010, y dice: “que tengo una alegría enorme por mis jugadores y que siempre vamos a recordar esta dicha, seremos campeones, arriba Uruguay!”…
…Un chico de Colonia, que no sale nunca de casa y que siente que su vida es re tranquila y más bien aburrida, decide ir hasta Montevideo –la ciudad que rechaza y critica- a recibir a la selección y participa en los festejos que paralizaron al país (tanto como los partidos del Mundial) en pro de los homenajes y celebraciones….
…Una chica de Malvín, Montevideo, que no entiende nada de fútbol y que lo ha pasado muy mal este 2010 entre la falta de trabajo y varios duelos, sale a la calle con sus pequeñas hijas y celebra con cantos y gritos el paso del bus de la selección por la rambla de su barrio; se entusiasma y siente que es un respiro a las tristezas que le ha traído este año…
… Un chico de Pocitos, Montevideo, que suele mirar todo desde el peor escenario, sintiendo que nada va a cambiar y que nada va a resultar, por primera vez siente orgullo de su país y experimenta la euforia colectiva que lo llena de colores y alegría…
…Una pequeña de 7 años que no suele ir al centro de Montevideo y cuya familia pasa por una delicada situación económica, me cuenta por e-mail: “miré en la Plaza Independencia en una pantalla gigante el partido de Uruguay, nos pintamos la cara, nos pusimos la remera de Uruguay y llevamos banderas, gritamos los goles y nos divertimos mucho”…
…Una talentosa periodista del clásico barrio candombero Sur de Montevideo escribe en su –recomendable- blog: “aquello ya era una fiesta. Entonces salimos a la calle y un frío estelar nos apretó las manos. Petardos, cañitas voladoras y banderas frisadas por el viento. Niños exonerados de las escuelas, obreros, muchachos, mujeres en bata, y ese popurrí propio de los desbordes cuando sale a la calle. Entonces pasaron enfrente a mis narices, y como viendo sin ver, nos saludaron desde la ventana. Ahí, a unos centímetros de mi cuerpo, pasaron los atletas”…
Y el bus de la selección pasa con su bullante estela celeste por todos los barrios montevideanos que une la rambla, incluso algunos jugadores se suben al techo y saludan desde ahí…
Así llega hasta el imponente Palacio Legislativo, donde las escaleras forman un vivo escenario que transforma la llegada de los futbolistas y su gran ‘Maestro’ Tabárez en una fiesta nacional muy especial y sin mucho protocolo, a la uruguaya. Los jugadores hablan con sus compatriotas desde ahí, hacen bromas y disfrutan del cariño entrañable de su pueblo…
Hay orgullo, esperanza, felicidad, expansión, complicidad y calor en medio de un país ventoso y hasta hace poco con el temple más bien gris y pesimista…
Y el Presidente de la República Oriental del Uruguay, “Pepe” Mujica, con su habitual pachorra los presenta desde ahí con emoción; afirma que «nunca hemos estado tan unidos» y que han sido capaces de borrar las diferencias de clase, las políticas -y tantas otras propias de América Latina-, y remata: “¡Porque estos muchachos no sólo son guapos, además son valientes!”, mientras el público celeste aplaude emocionado, con el corazón mucho más abierto y tibio que hasta hace unos meses…