Simple felicidad

Y vino la señora siesta una tarde de domingo y se apoderó de mí por casi dos horas. Gracias, le dije al despertar. Se suponía que nos encontraríamos en un café con una amiga que no veo hace años, pero ella estaba dolorida después de una subida madrugadora a un cerro, que la prepara para las intensas caminatas de Torres del Paine, lugar que visitará con sus hijos en enero.

Y, como la vida es perfecta (si aprendemos a mirarla con otros ojos para poder transitarla mejor) y el cuerpo es sabio, se abrió un espacio de descanso para mí, actividad casi olvidada estos días de fin de año en que la agenda está llena. Al despertar, como frutillas frescas, pongo la tele y aparece el docu(mental) de un grupo de chilenos llamado «Namasté, un viaje a la felicidad» del cual sólo vi el primer capítulo hace unos meses. Ahora pasan el último, en el reino de Bután. Antes hicieron otros capítulos en Nepal. Todo me encanta y se me caen las lágrimas con distintas escenas, como la de un monje que invita al equipo -es una periodista con su hermano, el camarógrafo y otros- sorpresivamente a que entren a la gompa (templo y centro de estudios) y les muestra su habitación, comparten té, unos granos y galletas y les enseña con su candidez característica los mantras y su espacio. Todo sin hablar casi nada de inglés y menos español. Pero el amor fluye y la belleza del alma brilla en el pequeño cuarto.

Yo creo que, como varios que conozco, anduve por ahí en otra vida, pues siento la conexión muy vívida. La misma que tuve hace algunos días con los monjes que salieron en la tele hace poco y que están en Chile por estos días, aquellos de los que escribí en este post

Vida Bonita

-Para vida bonita, para tranquilita, para buona salud- me aconseja el lama que traduce a un monje y astrólogo que lee mi carta astral en tibetano.

No sé si llorar o reír frente a ambos, al lado del altar budista, con los pies descalzos, en un centro de terapias en Santiago. Realmente me da un poco lo mismo lo que me están diciendo porque lo que me tiene encantada es la vivencia, estar de nuevo con ellos, recibir la energía e información que me llegue. Me hablan -entre otras cosas- de vidas pasadas que, como siempre, me aportan nueva información sobre esta encarnación y confirman la que me han entregado otros, en distintos espacios-tiempos. Me hacen gracia y yo a ellos, parece que por la risa, también por el colgante en mi cuello con Chenrezig, el Buda de la compasión.

Nos despedimos con el mantra de Tara Verde (una de las emanaciones femeninas del Buda) OM TARE TUTARE TURE SOHA y un abrazo fuerte en que se me caen las lágrimas, mientras el lama acaricia mi cabeza… Cuántos regalos nos llegan el último tiempo. Y cuántos desafíos también. Qué bella es la vida… Pese a todo. Digo, pese al cansancio, los dolores del alma y del cuerpo, las decepciones, las frustraciones, los obstáculos, las ausencias, las crisis… Y el «pese» lo pongo en cursiva porque no me lo creo, pero socialmente es tan aceptado. Lo que en realidad quiero decir es que la vida es muy bella con todo, porque todo es una experiencia y un espacio de crecimiento, todo sirve. Todo enseña y todo está bien, aunque nos cueste aceptarlo.

A las semanas voy a una ceremonia de Tara Verde con los monjes. Es sábado por la mañana y somos unas 25 personas. Nos hablan del desapego, el deseo infinito de tener más, la importancia de tener una mente tranquila «para vida bonita». Y el lama habla de Bill Gates con su gran fortuna y fama, de México y el narcotráfico, de nosotros siempre «compra, compra, pero eso no hace feliz para ustedes».

Al salir, de la Puja de Tara Verde, hay una tiendita con cosas de Tibet y Nepal y me río mucho pues los monjes que venden apenas saben español y tienen unas cremas para «pica» = alergia, «oh, duele, duele» = dolores musculares; también hay «rosa-río» = rosario (mala, en tibetano) para contar mantras… Una señora les pregunta cosas y no entienden nada, yo hago de traductora improvisada. Al rato, ella me dice: es que yo quiero uno de estos «monitos» pero en figurita. Jajajajajaja, me río con fuerza y ella me mira con sorpresa. «Es que ese «monito» es el Buda, jajaja. Qué divertida eres», le digo y ella también se ríe entre chistosa y avergonzada. Se refiere a unos cuencos donde aparecen dibujados cinco Budas y al centro está el de la medicina. «No, si da igual, no tienes por qué saber, jajaja, es que suena muy divertido», agrego con risa todavía. Finalmente, no tienen figuras del monito búdico. Pero yo me voy con un colgante y una pulsera, ambos con el OM MANI PADME HUM ॐ मणि पद्मे हूँ, el mantra de la compasión.

Luego aparecen muchos niños y los monjes se llenan de risa. Es una ceremonia de bendición para los pequeños. Me voy feliz a mi desayuno de sábado en que pese a que el garzón del café me dice que funciona el wi-fi, finalmente no pasa nada, pero igual nos reímos con él porque le digo que me haga descuento o me ponga más palta en mis tostadas y se pone a hacer bromas. Me quedo escribiendo pero con ganas de irme a otro lugar cercano con wi-fi. Cuando estoy por pedir la cuenta, comienza la música de un trío de cantantes de ópera callejeros de los cuales alguna vez conté en este blog. Y la terraza del café se encanta, mientras disfrutamos de Carmen, Va pensiero, O sole mio y otras más. Por lo tanto me quedo conectada a la música y desconectada de la red. En ese momento resultó mucho mejor lo primero. La vida es perfecta, insisto.

Y el fin de semana termina con el último capítulo de este docu donde la periodista para despedirse habla de la felicidad: ese deseo profundo que buscamos incansablemente (…) y que esperamos como un producto (…) En este recorrido nos encontramos con la felicidad, pero sobre todo nos enseñaron que ésta es una realidad inmaterial que podemos encontrar dentro de nosotros. Que no importan cuáles sean nuestras costumbres, creencias o ideologías, porque la felicidad es una forma de vida. Y que en el silencio, la reflexión, la vida simple, la compasión, el pensamiento elevado, y sobre todo en sentimientos tan olvidados como el respeto y el amor encontraremos las respuestas que buscamos. Y que si trabajamos por eso nada puede destruirla ni perturbarla….

Esta semana abultada y que despide al agitado noviembre se cierra para mí con la mirada simple y profunda de Oriente, que me recuerda cosas que a ratos pierdo de vista. Desde Occidente y en el sur, convulsionada como muchos, pero confiada y feliz, nuevamente: ¡Gracias!

Señales de los nuevos tiempos (Primera parte)

«Buen día, amiga. Te llamaba para decirte que en Mucho Gusto estarán unos monjes tibetanos. Un abrazooo» -me dice la bella y sabia Camila por mensaje de texto al celular. Pa’ variar no alcancé a contestar (últimamente me pasa bastante), figuro a media mañana entre el mate, tostadas de pan integral con aceite de oliva y orégano, el compu con varios correos pendientes. Luego de eso me sentaré a mirar los últimos detalles de la carta astral de un pequeñito de meses, cuya mamá quiere conocer qué dicen los astros sobre el camino de su tierno primogénito.

El mensaje se refiere a un programa matinal que no veo de un canal que no miro. Por vibra, por onda. Porque originalmente estaba (acaba de cambiar de dueños) orientado a los estratos bajos de Chile en manos de gente del Opus Dei (con sólo escribir esto siento energía arcaica y rígida) -grupo religioso lamentablemente con mucho poder en el país, pero, bueno, para algo y por algo será- que desde que lo crearon se dedicaron -seré tajante en el juicio- a aturdir a su público con «pan y circo», con tal que nadie tome conciencia sobre las cosas importantes e injustas. Encima este programa del que me habla mi amiga estaba conducido por un ser con una risa nada agradable y una energía que, al menos para mí, está lejos de ser simpática e interesante… Pero hace un rato en este canal hay una periodista que hace buenas cosas sobre estos tiempos nuevos potenciados ahora en 2012.

Entonces, luego de tomar mi mitad de desayuno (la primera parte fue fruta), pongo la tele y nada. La cambio, hay una aguda psiquiatra que me cae bien hablando de las burlas de un comediante chileno, de su agresividad y de los riesgos de este gesto tan común por estas tierras. De hecho, en el último programa en radio Cooperativa hablamos sobre cómo manejamos la rabia los chilenos, a raíz de repetidos actos de matonaje de una «modelo» en un reality. (Ya retomaré esto en otra nota, pero el programa de radio se puede ver aquí).

Sigo con lo mío con la tele de fondo y de repente me acuerdo y cambio el canal. Me quedo pegada: ahí están cuatro monjes sentados con un traductor y los conductores de atentos. Conversan un poco, y luego hacen una «bendición-purificación» con las luces del estudio más bajas y quienes trabajan tras las cámaras se acercan al ritual…. Me transporto a mis años en el budismo, los retiros y enseñanzas con lamas, los sonidos, los mantras, los mudras, la meditación, la energía y la típica sonrisa tibetana de los lamas, mezcla de inocencia y sabiduría… Me vibra el corazón y se me asoma la lagrimita no sólo por los recuerdos, también por constatar el poder de estos tiempos… Cuándo iba a pensar que esta mirada tan despierta de la vida, con énfasis en bajar el ego, llegaría sin más a la TV local (paraíso del ego nuestro de cada día) a dar un mensaje y a abrir nuestra energía… La ceremonia termina en un silencio -gesto casi desconocido en TV- y luego con el hablar profundo y gracioso de uno de los lamas: «Paz y felicidad es lo más importante, pero no pueden comprarlas. Acá tienen muchos comercios (y nombra dos supermercados entre cierta incomodidad de los conductores por la mención) pero ninguno vende paz y felicidad, para eso necesitan practicar dentro de la mente y para eso nosotros ayudamos con enseñanzas»… Bello. Luego de eso, me quedo en silencio y retomo la carta astral que comencé la tarde anterior.

El día sigue con el placer del viento de primavera en la cara, el encuentro inesperado con dos amigas en la calle, dos lecturas de tarot, y la «carta astral infantil»… Le hablo a la madre sobre su pequeño, le digo que ambos compartirán un mundo espiritual o muy sutil, que están conectados desde ahí y de otras vidas… En medio de la interpretación ella me dice: es que yo practico meditación budista tibetana…. ¡Las sincronías! -justo lo de la mañana, se me cruza por la mente aunque no se lo digo a ella porque seguimos con otros temas, pero ella lee este blog así que se enterará igual, e igual le comento que yo también pasé por el budismo como práctica espiritual y de meditación; y de lo que se trata ahora es de espiritualizar la vida: la comida, las relaciones, el trabajo, el cuerpo, la mente, las emociones, los placeres, las compras… todo lo cotidiano. Ya no hay que irse lejos o hacer algo en específico, la conexión espiritual está «en la calle», en el día a día y la forma ya no importa y podemos aportar desde donde estemos sin separarnos del mundo… Lo importante es la intención, la constancia y el observar tanto nuestro ego como nuestros regalos o ámbitos luminosos para entender que forman parte de las experiencias de nuestro mágico mandala llamado Vida en esta Tierra.

De tarde paso a un oasis en Santiago, el Centro Cultural de Las Condes, con sus añosos árboles, sus jazmines que me transportan y el ruido de los niños jugando en los prados. Otro regalo del día. Antes de irme a la cafetería a escribir me siento bajo un árbol con la espalda apoyada en él y le pido que, por fa, me purifique, que se lleve el cansancio y el agobio y que lo transforme en luz en el centro de la tierra… Me quedo tranquila, riéndome con los chicos que juegan y se mojan con una de las regaderas que gira… ¡Qué buen día, este!

En el patio de la cafetería escribo, sigo respondiendo mails y llamadas, con un sandwich con queso de cabra y un té verde… Después de un buen rato llegan Patricia May y Sergio Sagüez, mis «profes» en un seminario estos días: «Transformación personal para un mundo nuevo», nos saludamos y compartimos el patio con brisa y sol… Cuando se acerca la hora del inicio me voy a la clase y aparece una amiga que conocí el 2011 acá mismo en un taller de interpretación de sueños con otra gran profesora. A la clase hasta se suma mi hermana pese a sus dificultades para llegar a tiempo dado su trabajo.

El día termina entre risas, con noche de Luna Llena en Tauro, caminata y buena compañía… De camino a casa retrocedo y recorro no sólo los regalos y sincronías de este día que para mí son tremendo tesoro, sino también el buen sabor de boca que dejan las señales de estos tiempos nuevos, «tiempos integrales», como revisamos en la clase de esta tarde… Tiempos finales también, pues al fin está terminando poco a poco el predominio exclusivo del ego y la racionalidad para darle también espacio -merecido e imprescindible- a la intuición, la sabiduría, el cuerpo, lo ancestral… Al fin!! Qué privilegio que seamos testigos y protagonistas de esta transición planetaria que cruza todos los aspectos de nuestra vida…

Hasta la próxima, porque las señales no paran… Qué bien!

Noche de Luna en Tauro desde Santiago de Chile