En el fondo: no hay que hacer

luz-magicaEste tiempo de muerte, en que nos estamos despidiendo de nosotros mismos, está muy mágico. Si queremos mirar ese aspecto, claro. Si nos queremos quedar en el drama, también está así. Obvio que morirse duele, agobia y atemoriza, pero también aliviana y nos da tremendas oportunidades de despojarnos para renacer en poco tiempo más o simultáneamente (está todo tan rápido y loco!)… Y la magia está en nosotros y a la vuelta de la esquina con sincronías que están a la orden del día, «salvadas» justo en el momento preciso, problemas que son limpiezas y bendiciones (siempre lo han sido, sólo que ahora tenemos más capacidad de verlos así)…. Y en mi caso llega también con una estrella fugaz vista desde el balcón en noche de sábado mientras conversamos de la vida, con una micro lluvia de un metro de diámetro sin nubes encima, en Pocuro y Antonio Varas, que aún me intriga y me hace reír; con el pensar en una persona con quien nos distanciamos por ciclo de vida y encontrármela a los pocos segundos en un pasillo del supermercado sin que ella me vea, mientras me río y agradezco; con una gotera en el techo de casa que hace que el vecino de arriba me regale una mermelada de frutillas hecha por él para paliar el mal rato y que ahora acompaña la galleta integral y los mates de la tarde soleada…

Y como dejo esta nota a la mitad por el post anterior, aparecen más momentos mágicos que contaré más adelante.

Sigo… Pero también estas semanas de octubre-noviembre están muy escorpianas y mercurianas. El planeta regente de la comunicación y de nuestros procesos mentales, el dios alado Mercurio, mensajero del Olimpo y el único capaz de entrar al mundo subterráneo de Plutón, el dios de la muerte y del inframundo, se detuvo (retrogradó) precisamente en Escorpión desde mediados de octubre y hasta la semana del 11 de noviembre (incluida) nos tuvo medios aturdidos, con más enredos en la mente; poniéndonos obstáculos e imprevistos en los desplazamientos, planes e intercambios. De hecho, el primer día que comenzó su proceso, WhatsApp y Facebook se cayeron…

Esa energía nos acompañará, aunque más suave, hasta el 26 de noviembre… Al mismo tiempo, este mes con eclipse (el 3 de noviembre) y varios planetas en las aguas pantanosas de este signo fijo, incluido el gran Saturno -que nos «regala» un par de años (2013 y 14) radicales- nos tiene más intuitivos, profundos y revisando mucho la vida, viendo lo que antes ni pasaba frente a nosotros. Después del portal de octubre, ahora estamos en una especie de túnel, como esas pelis donde arrancan por las cloacas de las ciudades y hay de todo: agua, ratas, laberintos, espacios de luz. Y tanto arriba como abajo está todo pasando. Esa es una imagen que me viene, con toda la aventura que significa. Y hay otra: una gruta, un espacio dentro de la tierra, húmedo, con la-gruta-azul-capriolor penetrante que nos invita a recorrerlo -o navegarlo- y hasta puede  ser un atractivo turístico, con un toque mágico. Ambas imágenes tienen misterio y una cuota de suspenso por lo que encontraremos. Así siento este segundo enjuague: intenso, oscuro, misterioso, pasajero, encerrado, quieto.

¿Quieto? Sí. En el post anterior señalé que encontré una clave. No porque la anduviera buscando, simplemente sucedió y no puedo explicar mucho el cómo, es parte del misterio de estos días, parece. Pero sí puedo compartir el qué. Igual no es nada hiper especial. Es muy simple al leerla, no así al practicarla.

Mi revelación de este segundo enjuague podría llamarse Stop, o Menos es más: llega el tiempo de quedarnos más quietos y conectar día a día con el alma. Para esto se requiere otro ritmo. También sacarnos las urgencias, los ruidos e ir al detalle de ciertas cosas pero no desde el hacer, sino desde el SER. Siento que llega el tiempo de la aceptación profunda de quiénes somos, de nuestra historia álmica (la de esta única vida es pequeña y no nos da la visión necesaria para comprender quiénes somos en toda nuestra dimensión en tanto misiones, energía, camino, evolución).

La clave de este tiempo es No hacer. La quietud nos lleva al fondo, al vacío, al sagrado Yo Soy, a lo real. No hay nada urgente que luchar, resolver, controlar (ja), trabajar, decir, comprar. Lo prioritario es soltar para que se vaya lo que está pegado y que mencionábamos en post anteriores. Es como abrir los brazos, cerrar los ojos y respirar profundo desde la alegría de Ser más allá de lo que esté pasando -o no- hoy en nuestras vidas. Desde la confianza de que todo está bien y es un paso más en la trama.

quietudblogAhora podemos sentarnos en la orilla, al lado del camino y respirar. No es flojear. No es mediocridad. Es trascender el hábito del ego que quiere resolver y actuar, que no tiene incorporado el no-hacer como una solución válida y sana si se toma desde la consciencia; que no se permite parar porque es amenazante quedarse quieto y ver/sentir tantas cosas que tapamos de nosotros mismos en la neurosis de la acción. Esta quietud puede traernos poderosas respuestas, ayuda, potentes intuiciones, paz, sincronías, visión panorámica, sabiduría. Puede significar que evidenciemos que somos absolutamente prescindibles, que todos tienen herramientas para resolver lo suyo, que no pasa nada, que nuestro cuerpo se pone feliz y/o se «enferma» (me pasó) de puro soltar y así da paso a la purificación, que el corazón late a otro ritmo, que nuestros ojos vean otros colores y escuchemos otros sonidos incluso en medio de la ciudad… En las aguas profundas de Escorpión parece que no pasa nada, pero todo está fermentando, ahí conectamos con la oscuridad (la cloaca o la gruta: aquello que no vemos ni reconocemos de nosotros), experiencia necesaria cada tanto, pero en la cual si nos quedamos pegados nos hundimos y nuestra vibración se pone obsesiva, envidiosa, pesimista, rígida, defensiva y adicta a la intensidad, entre otras cosas escorpionas; si sólo observamos desde la quietud podemos trascender el fango y sacar lo mejor de eso que se pudre. La naturaleza sabe que si hace esto hasta puede hacer que nazca un sagrado loto…

Y en esto de no-hacer, sabía que tenía que viajar, no por moverme, sino por estar: conmigo, con la naturaleza, con el replanteamiento; sentía que necesitaba salir de mi rutina conocida para poder estar sin que la agenda se llene, sentía que parte del parar en este segundo enjuague requería de otro aire. También porque tengo que escribir -como ya es tradición- las Predicciones 2014 para Emol.com. Pero a diferencia de otras veces, no hice nada: no busqué, ni planifiqué ni ordené nada, ni tenía claro dónde ir ni cuándo. Recién la semana pasada comenzó a aparecer el destino. En tiempos más desesperados -para mí y muchos- de septiembre-octubre quería irme un mes completo y ahora ya, máximo principios de noviembre… Pero vinieron varias experiencias mágicas y sanadoras (no exentas de dolor), entre esas la nueva clave. Entonces, cuando acepté y me quedé quieta se unieron las tres cosas: reconexión, pausa y escritura. Así, de un día a otro, mucho más tarde de lo que mi ego quería, compré los pasajes para el día siguiente sin ninguna expectativa, sin saber si habrían vuelos, y ahora aparecí en en el Sur de Chile… Bajo el Sol de Pucón, frente al radiante volcán Villarrica y no casualmente a orillas del lago, termino esta nota sin imaginar que así sería. No pasa nada… Y está pasando todo en la belleza de la quietud.