Mi espacio de «no hacer» (sugerido en los 21 consejos del fin del mundo, por si usted quiere revisarlos; aún está a tiempo!) dura una media hora casi, después de almorzar en el restaurante del Museo de Pablo Neruda, en Isla Negra. Me quedo contemplando el mar en la terraza, viendo las olas y con los ojos vidriosos de agradecimiento. Antes de venir me sentía frágil y con más ganas de bosque sureño-chileno que de playa con sol. Pero también tenía la sensación de no tener que moverme muy lejos de Santiago. Entonces deambulé virtual y mentalmente del Cajón del Maipo a Pirque como opciones, y de un click a otro más mi intuición asistida (que emergió una vez que respiré profundo, pedí ayuda espiritual y me quedé quieta, porque antes ella estaba alejada de mí, o más bien yo de ella) llegué acá, a la playa del poeta.
Lo confieso: tengo cero onda con Neruda y no puedo escribir los versos más tristes esta noche. No es rechazo, simplemente no me va, no me dice nada; su creatividad la valoro, pero la melancolía no me seduce ni medio centímetro; quizá por eso ni Valparaíso ni Ciudad Vieja en Montevideo, que me parecen igual bellos, no me dejan quedarme mucho rato, no me atraen, la vibración de esos lugares antiguo-nostálgicos y encima ciudades-puerto la siento muy baja y me aleja-latea (puedo oler el horror de algunos lectores de este blog, pero este tiempo es para la autenticidad).
Bueno, el tema es que ahora estoy feliz en la casa-museo nerudiana sintiendo el sol, la brisa fresca y la cadencia del mar. Todo un lujo en pleno diciembre. En mi «no-hacer» recuerdo los regalos de esta pequeña aventura -en la que cuentan amigos, familia, seres de otras dimensiones, la naturaleza y mi propia alma y energía- que comenzó hace unos días y que tiene como misión escribir las Predicciones 2013 (si el mundo sigue todos las podremos leer) para Emol.com y reconectarme con ese personaje que a ratos se extravía entre mi ego y la vorágine citadina: mi ser interno; también con la Tierra misma y su poderosa luz.
La conexión del poeta
…Luego de un par de días de sol en Isla Negra, por la mañana llovió suave. Después se despejó, me quedé meditando al sol y luego salí al jardín a escribir después del desayuno. De pronto el viento se levanta fuerte, el cielo se nubla y la lluvia cae con ganas, tuve que dejar el verde fresco de un momento a otro para quedarme feliz escribiendo en mi habitación del hostal sintiendo el ruido y viendo los árboles revueltos… Finalmente la energía del sur me llegó igual, un poco de frío y refugio. Gracias, qué belleza…
…Domi tiene tres pasatiempos. Uno: cazar moscas y mosquitos. Dos: perseguir los reflejos brillantes de luz en el piso. Y, por estos días, echarse a dormir sobre mis pies mientras escribo en el jardín. Es una cachorra de casi un año, que conforma el trío perruno del hostal La locura del poeta, elenco que al que se suma una gata sanadora llamada Amanda, su conectada ama y dueña del lugar Sandra y su dulce hija Pía. Los seis te reciben cálidamente cuando llegas a uno de los pocos hostales «eco» de Chile.
Realmente acá se recicla la basura, se lava reutilizando el agua, se separa el plástico para meterlo en botellas que serán futuros ladrillos, se venden billeteras hechas con envases plásticos, hay tomates orgánicos, etc. Pero también practican la ecología emocional y se potencia el compartir -desde la comida hasta los oficios de los vecinos, como reiki, biomagnetismo, Flores de Bach, talleres de batik y otros, junto a la conversación- y también la intención, con letreros sobre la conexión, la conciencia, el amor.
De lejos (me pasó) puede sonar un tanto fanático, pero al llegar es una postura de vida simple y consistente. No es moda ni religión -un agrado y alivio. Las cosas fluyen en un hostal en estos días en marcha blanca. Resulta que soy la primera pasajera después de tremenda purificación de este emprendimiento familiar: hace tres semanas la casa que lo cobijaba se quemó. Tal cual. Sandra había recibido el mensaje de cambiarse de casa en una lectura de registros akashicos pero nunca pensó que sería tan drástico. Desde que llegué conversamos del tema a ratos y me impresiona que ya esté de pie, rearmada, con muchas cosas regaladas y «funcionando». Cuando me lo dijo al teléfono («es que la casa se quemó y ahora estoy en otro lugar en marcha blanca. Llámame cuando bajes del bus y yo te voy a buscar en camioneta») pensé: ¡Guau, qué potente, qué purificación!… Y ¿habré escuchado bien?
Y sí, desde que llego me va contando detalles y me alegra mucho coincidir con ella en la mirada de la vida: todo es perfecto, todo está bien, qué bueno fue lo que sucedió, ha sido super «heavy» pero estoy agradecida, esto es un regalo, ahora comienzo otro ciclo… son parte de las frases en que coincidimos… también otras sobre las trampas del sistema, el despertar espiritual de la humanidad y más. El hostal tiene -igual que mi casa- más de un Buda y banderas tibetanas de oración, además de muchos tonos azules y turquesa. Estoy en casa, siento y agradezco desde «mi» jardín donde los pájaros cantan divertidos y Domi calienta mis pies en el pasto.
En estos días vienen amigos-vecinos, Sandra me muestra el pueblo (ella se vino de Santiago acá hace casi tres años), las casas de su círculo de afectos y trabajo: artistas y sanadores. Descubrimos que conocemos a la misma gente de círculos «espirituales» en Santiago y nos reímos de muchas sincronías. Lamento no tener más tiempo para pasear y compartir, de estar ahora dedicada más a escribir que al sano ocio. Pero desde ya me deja invitada para cuando todo esté andando al 100 %, aunque para mí está más que digno considerando la reciente de la pérdida total.
Una tarde la visitan dos amigas y me llama para compartir el té. Aparezco después de escribir con la espalda al sol y hablamos de astrología y kines mayas, de las historias y dones de cada una con entusiasmo y mucha familiaridad. Yo tomo mi mate y pan integral del pueblo con variadas semillas. Ellas ya comieron un sabroso pan amasado recién horneado, con mantequilla que es mejor no conocer por el bien de nuestro abdomen y caderas. Nos despedimos avanzada la noche entre risas y la agradable sensación de estar sintonizadas. En medio conversamos del nombre del hostal. Desde que llegué encuentro que no lo representa y cuando miramos la carta astral de Sandra entiendo que su tema con la «locura» ya fue… Derivamos, entonces, en un cambio de nombre y llegamos a «la conexión del poeta» o algo parecido. Sandra coincide en que llega la hora de encontrar otra denominación para el lugar, pues los nombres dan una energía. Ahora está en su búsqueda, mientras sigue acomodando, pintando, limpiando. Siempre con manos amigas y familiares muy entregados a ayudar. Qué poderosa y fraterna comunidad… Cómo fluye todo cuando nos entregamos a los procesos que la vida propone -u obliga- y somos capaces de pedir y aceptar ayuda…
Y, bueno, después de la lluvia que cesa casi a las tres de la tarde llegan su madre y familia desde Santiago a instalar muchas cosas que faltan en esta casa nueva. Me siento como en esos programas gringos donde transforman las casas de familias que lo necesitan y al final saltan y lloran cuando ven las remodelaciones. Se mueven entre la cocina, el baño, la sala y la cabaña de atrás en la que vivirá Sandra y Pía. Yo me río con la sensación de reality y me da gusto verlos a todos con tanta energía. Entonces, salgo a almorzar a lo del poeta. Me voy caminando escoltada por Chico, uno de los perros, y mi fiel amiga Domi. Pienso que me seguirán unas cuadras, pero llegan al museo conmigo, que está a unos 20 minutos caminando, y hasta quieren entrar. Los dejan fuera y nos despedimos. Yo llego al sol brillante y las mesas algo mojadas con la lluvia. Me siento -literal y emocionalmente- feliz, tranquila y agradecida en esta Isla Negra que tiene muchos colores y bellas conexiones….