Con miedo o con amor: elegimos cómo vivir

En medio de la agitación de marzo, que hasta ahora inlcuyó un potente taller de sanación zen, un cálido y especial ritual de otoño, vida social intensa, limpieza emocional, terapias varias, mucho trabajo, los enredos típicos de Mercurio retrógrado junto a las tormentas solares y su agitación mental y física, más un sospechoso casi terremoto, había dejado en pausa esta nota… Y ahora, dada la energía actual que anda dando vueltas y que tiene todo que ver con incertidumbre, creo que es el momento de retomarla y compartirla, pues viene a ser un respiro para los agitados corazones 2012 y una luz para caminar más livianos este tiempo …. Aquí va.

La mañana del primer lunes de marzo recibo el mail de un amigo español que difunde la mirada de alguien que antes que ya había llegado a mis registros por otra vía (o no recuerdo si por mi propia curiosidad) y que, al mismo tiempo, viene de más atrás, de una generación anterior.

Pedro, bello, valiente y sensible español en busca de una vida con más sentido, que ha sido capaz de dejar lo conocido, innovar y seguir aprendiendo tanto para sí mismo como para aportar a este mundo actual, cada cierto rato aparece en mi bandeja de entrada con algún buen mensaje… El de ese día es una entrevista a una «pedagoga de las emociones» y escritora, Elsa Punset, autora de «Inocencia radical» e hija del gran Eduard Punset, un divulgador científico de gran lucidez, profundidad y humor, a quien sigo desde hace unos años por la TV española y que, de hecho, está entre los links de este blog (en portada, a la derecha) en el que usted, estimadísimo lector, puede sumergirse y averiguar más de este interesante ser.

Coincido todo el rato con las respuestas y mirada de Elsa, sobre todo en enseñar sobre las emociones y el integrar el misterio… Ya tenemos suficiente teoría y acumulación de datos en colegios y universidades; llega el tiempo de enseñar y aprender sobre la vida misma!… Bueno, la copio aquí abajo, luego va el link del original y luego dos videos para conocerla en vivo. Y antes… las gracias a Pedro y a las sincronías de la vida!

«Elsa Punset, pedagoga de las emociones»

Ante el mundo hay sólo dos actitudes: o miedo o amor».  Soy hija del ´baby boom´ de los 60. Nací en Londres, me crié en EE. UU., Haití, Madrid… y vivo en Londres. Tengo dos hijas pequeñas. Máster en Humanidades por Oxford, me dedico a la pedagogía de la gestión emocional. Soy adogmática. Me permito sentir el misterio. VÍCTOR-M. AMELA – 25/01/2010

¿Vivió en Haití?
Siendo niña, sí. Por eso sé que en Europa vivimos de espaldas a los riesgos que allí amenazan las vidas: allí viven intensamente, aquí vivimos anestesiados…
Pues bendita anestesia.
Pero pagamos un precio: aquí la vida no late. Y, aburridos, llegamos a deprimirnos. Y nos afanamos en distraernos.
¿Y qué propone?
Adiestrémonos en gestión emocional. La ciencia demuestra que todo – hasta un pensamiento-arranca de una emoción: ¡somos animales más emocionales que racionales!
Pobre Descartes, qué viejo se queda…
Sí, pero ¡en las escuelas todavía no enseñamos a nuestros niños a gestionar sus emociones! ¡Qué atraso!: hacerlo reportaría fabulosas bendiciones para ellos y la humanidad.
¿Se puede enseñar a sentir?
Nos enseñan a desconfiar, recelar, sospechar, despreciar, odiar… ¡Que nos enseñen a amar! Nos enseñan que el mundo es peligroso, pudiendo enseñarnos que es fabuloso.
¿Lo es?
Hay sólo dos modos de relacionarse con el mundo: desde el miedo o desde el amor. Sentir curiosidad por el mundo es amarlo, es lo mismo. ¡Es lo que sienten los niños pequeños!. Esa inocencia radical, ese amor, curiosidad… es lo que luego nos enseñan a perder…
¿Por qué hacemos eso?
La educación aún premia las emociones defensivas ante el mundo, en lugar de premiar las emociones amorosas hacia el mundo. Será por algo, ¿no?. Porque seguimos anclados en lo que hace 100.000 años resultó útil para sobrevivir en entornos cuajados de peligros: herramientas – miedo, angustia, tristeza, ira…-que hoy quedan anticuadas y son ya un lastre.
¿Recibió usted de sus padres la educación correcta?.. 
Me dieron las dos cosas que hoy se sabe que son los dos puntales de la felicidad.
¡Dígamelas, por favor!
Una: afecto. Dos: sentido de control sobre tu vida.
Explíqueme esto?.
Recibir afecto en la infancia infunde confianza y seguridad ante el mundo. Estudios sobre resiliencia – capacidad para remontar tremendos reveses-demuestran que niños tratados horriblemente que se agarraron a una mirada amorosa… pudieron remontar. Puntal uno: amor. Puntal dos…Soberanía sobre tu vida. Mis padres jamás hablaron de «la suerte», sólo de cómo actuar: eso te enseña a ser el piloto de tu vida.
¿Qué emociones premia usted al educar a sus hijas?
Las ayudo a identificar cada una de sus emociones: así entienden qué está pasándoles.
¿Hay emociones positivas y negativas?
No… Hay emociones útiles e inútiles. Si un día están tristes, las entreno a no temer a la tristeza y a saber qué está mostrándoles.
¿Y qué muestra la tristeza?
El temor por una pérdida: por una ausencia, una carencia, porque algo termina… Si comprendes eso, ¡lo llevas mejor! Si no, esa tristeza puede agobiarte, angustiarte… y hasta llevarte a medicarte sin necesidad. Eso se hace mucho por aquí. Porque no escuchamos lo bastante las voces de nuestras emociones. Habitúate a escucharlas y entenderás tus pasiones. Y una vida con pasión y sentido es más feliz.
¿Cómo puedo descubrir mi sentido?
Al levantarte, cuestiónate: «¿Qué me hace hoy levantarme?». El psicólogo Viktor Frankl lo planteó más crudamente: «¿Qué impide que hoy me suicide?». Lo que se esconde tras la respuesta es tu sentido.
¿Y luego?
Aliméntalo. De lo contrario, podrías matarlo de hambre. Hazte regalos emocionales. Quizá sea apuntarte a una clase de baile… ¡Siembra tu vida de pequeños cambios!
¿Eso me hará más feliz?
Conozco un estudio hecho sobre 5.000 personas: un 10% declararon ser felices. Pues bien, se observó que esas 500 personas habían seguido un patrón común…
¿Cuál? Cuente.
Se habían marcado una meta. La habían puesto por escrito (o se la habían contado a conocidos), en una especie de compromiso público. Habían establecido metas volantes, etapas menores en el camino hacia su gran objetivo. Y cada vez que alcanzaban una meta volante, se gratificaban con algo.
Tomo nota.
Un amigo mío indio me dijo: «A vosotros os entierran a los 80 años, pero os morís a los 20». Me hizo pensar… Hoy sabemos que nuestro cerebro es muy plástico: ¡podemos reinventarnos cada día durante 80 años! No lo hacemos. ¡Atrevámonos, pues es posible!
Excitante: reinventarte cada día.
Abrámonos a la realidad…, que incluye el misterio. Darle la espalda a lo inconsciente y a lo misterioso nos priva del 80% de la realidad, ¡la convierte en plana y aburrida!
¿Cómo aconseja mirar la realidad?
La ciencia nos habla de lo que sabe, pero no puede hablarnos de lo que no sabe. No prescindas de todo eso. ¡Permítete inventar preguntas y soñar respuestas! Es esa capacidad de inventar y soñar (y no sólo la de analizar) la que nos hace plenamente humanos.
Gracias, maestra.
¡Los maestros son los niños! Ellos nacen libres, con esa inocencia radical abierta al misterio, a la confianza en la vida y al amor al mundo. Si la conservásemos…, ¡seríamos siempre creativos y felices!
Inocencia radical?
«Aspiro a ser la más lograda versión de mí mismo» (Merleau-Ponty), «Sueña sin que los sueños te esclavicen» (Rudyard Kipling), «El ángel de mi nacimiento dijo: ´Pequeña criatura hecha de alegría y júbilo, ¡corre y ama sin ayuda de nadie en la Tierra!´» (William Blake): son máximas citadas por Elsa Punset en su ensayo Inocencia radical (Aguilar), que apela a los últimos hallazgos de las neurociencias y la psicología para ponerlos al servicio de «una vida con pasión y sentido», dice ella. Hija de Eduard Punset, profundiza en la gestión de las emociones y aboga por enseñarla en las escuelas. Me despide con una frase de Jung: «La vida te hace una pregunta cuya única respuesta es tu vida«.

***

Fuente: La Vanguardia.

Página donde leer más de la autora y otros colegas: Inteligencia Emocional y Social.

Y para ver:

Confirmado: Existen las hadas madrinas

-Vecina, ¿cuál es tu nombre? -Le pregunté a la nueva y cuarta integrante de habitación  (antes fuimos tres por varios días), ya casi amiga de la vida con quien habíamos compartido dos días, conversado de lo humano y lo divino y hasta cenado pasta, el menú clásico del viajero de hostels.

Ella se da vuelta con una sonrisa por la paradoja.  Lourdes –me contesta. Ah, qué lindo nombre. Yo soy Jimena –le respondo, pero parece que ella ya lo sabía.

… Resulta que estoy feliz en mi viaje a La Nada mágica, (si no entiende el concepto, clickee aquí) porque además del lugar verde, ventoso y rodeado de coloridas montañas, puedo trabajar  al aire libre, conversar, salir de la rutina, meditar, y compartir con gente de todas partes, lo cual siempre amplía la mente y refresca el espíritu. De hecho comparto habitación con Annelise -Analía- (Nueva Zelanda) y Maja (Canadá), que se conocieron en Bariloche y desde ahí viajan juntas por Argentina, a la primera le queda un mes de viaje y a Maja, hasta abril de 2012, así que seguirá por Chile, Bolivia, Perú y quién sabe qué más. A los días se integra a nuestro cuarto Lourdes, de Argentina; todas nos entendemos bien, hablamos y reímos en spanglish y gestos, en un espacio pequeño con «cuchetas» (camarote) y baño privado (esto último es todo un lujo en muchos hostels).

Annelise y Maja disfrutan la tarde

El día en que llegué al hostel mis futuras compañeras de cuarto me sonrieron y saludaron en la entrada. Pasadas las horas, Annelise estaba tirada en la cama, se sentía mal, con fiebre y pasó dos días sin hacer mucho… Le convidé té de menta y a mi fiel compañero de viaje: óleo 31, un mágico aceite de hierbas que sirve para todo, incluso para la desolación. A los pocos días Maja tampoco se siente bien, parece tener una infección pero no le entiendo si es urinaria o a la panza. Toma té de manzanilla –le digo y ella recuerda que sí, que la “camomil” puede hacerle bien… En medio de todo compartimos, aunque no salimos juntas durante el día, pero tenemos nuestra cofradía de habitación… Cuando se integra Lourdes también fluye la energía y conversamos de Argentina, de Chile, del terremoto, Bachelet, Cristina… Luego Lourdes sufre con ampollas en sus pies por caminar por la bella ruta vieja -completa, no como otras que hacen dedo; valiente ella- pero con zapatillas de lona. El óleo 31 también alivia su inflamación…

Pasan los días y yo quiero ir a una cabalgata de tres horas a unos cerros donde hay unas minas de cobre. En realidad, me da lo mismo a dónde es. Si fuera a la vuelta de la esquina el paseo igual habría querido ir porque cuando llegué venían llegando unos holandeses muy felices con la aventura y yo pensé: yo a lo más me subí a un pony para una foto cuando niña. Esta vez andaré a caballo. Y le pregunto a Elvio, el guía: Hola, ¿oye, uno puede andar a caballo si no sabe?, ¿si nunca he andado, puedo?  -Sí, pues, si el que tiene que saber es el caballo, eso es lo importante- me dice sonriente. Gran respuesta –pienso. Ya, entonces un día voy a ir –le anuncio feliz.

Y llega el día. Pero mi guía es Ramón, el papá de Elvio, “nacido y criado en la zona, señorita”, me dice con su tenida de gaucho. Cuando llega se pasea por el terreno del hostel: “es que ando buscando mis vacas, que no sé dónde se fueron”. Yo de sólo verlo, ya estoy feliz sin haber puesto ni medio pie en el estribo. Comenzamos la aventura, le pregunto que cómo se llama el caballo: Orezco.  Permiso, Orezco –le digo y me subo según las instrucciones de Ramón. Estoy nerviosa-contenta-expectante y de a poco Orezco y yo nos hacemos amigos, aunque al principio se agacha a rascarse los mosquitos y el lindo no se entera que yo, novata, voy arriba y sufro con cada inclinación de él. Avanzamos entre alamedas, la carretera y luego nos internamos en el cerro, en subida hasta llegar a las minas que, la verdad, no me interesan (son sólo túneles, ni un brillo) pero el paisaje, los colores, mirar Uspallata desde la altura, el poder de los caballos que realmente conocen el camino y saben dónde pisar en estrechos pasadizos, junto a la sabiduría en la conversación con Ramón, son el mega regalo.

Subiendo la montaña con Ramón, Orezco y su colega equino

Ah, usted es paisana –me dice, refiriéndose a que soy chilena. Cantan lindo los paisanos, tienen su picardía, pa’cá siempre vienen a festivales.  Y las espuelas lindas que tienen… los ¿gauchos?- termina en tono de pregunta. Los huasos –le corrijo. Eso, los huasos, bien elegantes son -afirma. Ramón tiene siete hijos y varios nietos, es alegre, prudente, profundo conocedor de la tierra y tiene mil historias para contar porque además de guía de cabalgatas, cría animales y siembra hortalizas, junto con trabajar en el municipio. Le pregunto que cómo hace cuando le toca salir con gringos que no hablan español: Ah, es que como yo no soy “estudiao” no les sé hablar, así que les pregunto con el pulgar pa’arriba: ¿van bien? Y si me suben el pulgar me quedo tranquilo, pero me hablan y no les entiendo nada; sí, sí, les digo –me cuenta y nos reímos juntos de su técnica.

Hacemos una parada para tomar mate, comer medias lunas y tortas mendocinas (sabroso pastel de hoja salado, seguro preparado con mucha mantequilla y que es mejor no conocer). Mientras él arma la merienda yo recolecto piedras del lugar, hay cuarzos y un sinfín de variedades y colores. “Pura piedra, pura piedra”, me grita desde la pequeña sombra que encontró mientras yo hago de recolectora.

Al bajar hablamos de «la juventud actual», la comida, el país, Buenos Aires, Mendoza. Nos sorprendemos pues Orezco (que se manda solo, casi) toma un atajo y tiene toda la razón, nos lleva de vuelta hasta el hostel. “Si el animal sabe, pues”, me dice alegre, Ramón.

Nos despedimos contentos y cansados por el calor. Me recomienda que me dé una ducha caliente pa’ que no me duela el cuerpo. Y le hago caso. Pero al rato, al mirarme al espejo me veo pálida y no me siento muy bien. Sigo trabajando toda la tarde, pues siento que puede faltarme tiempo para terminar las Predicciones 2012. Cada cierto rato siento un vacío, pero no es grave.

Al día siguiente sí es más grave. Confirmado: tengo vértigo. Me levanto y la habitación se me mueve,  decido acostarme a ver si pasa, aunque ya sé –después de varios episodios en cuatro años, casi soy una experta en vértigo y con mi oído derecho tenemos cada vez mejor comunicación- lo que más menos debo hacer: unos movimientos de pivote. Los hago pero no pasa nada.  Es temprano y todas mis compañeras de habitación dejan el hostel. Lourdes, eso sí, irá antes a su propia cabalgata, un poco más corta que la mía, pero cabalgata al fin y partirá pasado el mediodía de vuelta a Baires. Ella al verme en la cama me trae té de yuyos (hierbas) y mi desayuno, a ver si comer me ayuda; pero mi estómago dice no. Yo me quedo inquieta y tranquila a la vez, pidiéndole a los ángeles que esto pase pronto, que ya sé que no debo hacer tantas cosas, pero que se me olvida, etc., etc. E igualmente agradezco profundamente que alguien me traiga un té en este momento de angustia.

Al rato Annelise y Maja me vienen a ver preocupadas y me traen más té. Me dicen que me quede tranquila: “Ya va a pasar, vas a estar mejor, vas a ver”, y llega la hora de despedirnos y no sólo me da emoción el adiós, también el tener a tres hadas madrinas cuidándome y dándome ánimo. Nos damos los correos y la invitación a quedarnos en las respectivas casas si vamos por Nueva Zelanda, Canadá o Chile.

Se marchan y me quedo sola en la habitación, emocionada, agradecida y preocupada. A los pocos minutos llega la chica de la limpieza y me pregunta que qué me pasa; le explico. Ah, usted fue con mi papá Ramón con los caballos ayer, esto le pasa por el caballo, a mí que soy criada en el campo me pasa que me mareo y me siento mal y no puedo ni andar después- me dice… Y sus palabras me dan gran alivio. Me recuerdan las de Patricia May que, parafraseando a Lao Tsé, explicaba que los humanos necesitamos definiciones, que la madre cuando su bebé está enfermo y no sabe qué tiene, se desespera, pero que cuando el médico le dice: tiene fiebre, la madre se tranquiliza… Lo mismo me pasó a mí.

Y luego mi intuición me dice que me ponga con la cabeza colgando al borde de la cama y lo hago y ahí la habitación se me da vuelta completa, pero a los segundos comienza a ceder la revoltura, vuelvo a estar acostada y algo mejora notablemente. Con Roxana, la hija de Ramón, por mientras conversamos de su vida y distraerme con su historia también me ayuda. Se va a limpiar otro cuarto. Al rato llega de vuelta de su cabalgata Lourdes, también viene un poco mareada…¡Vaya aventura!

Y en eso regresa Roxana, a decirme con bondad y orgullo: ¡Lo que usted tiene es que está apunada por el caballo y la altura, ¿sabe lo que tiene que hacer? -¿¡Qué!? –le respondo ansiosa.  Aspirar una cebolla –dice con certeza. Yo abro los ojos con cara de pregunta pero feliz por dentro porque los secretos de naturaleza no fallan. –¿Le traigo una? –no alcanzo a decirle que sí cuando aparece con una cebolla pequeña y un cuchillo. Lourdes mira expectante la escena. La parto por la mitad e inspiro fuerte varias veces. Mi compañera de mareo me pide una mitad y ambas “aspiramos” repetidamente la cebolla que, poco a poco, comienza a hacer su sabio efecto. Me siento mejor y decido moverme un poco.

Lourdes en la ruta, de regreso a Baires

Acompaño a mi vecina-hada que pronto toma el bus a Mendoza y luego vuela a Baires. Nos despedimos y ahora sí me quedo conmigo en la habitación y agradezco infinitamente la intervención y ayuda de mis hadas madrinas. Escucho a mi cuerpo y me quedo quieta, sólo me levanto a servirme más té. En la tarde, como a las 5, revivo y salgo a la naturaleza, el hostel está casi vacío y el chico de la recepción también está enfermo, pero por comer mucho asado, jaja. Camino lento y me siento a meditar (con los ojos abiertos pa’ no marearme) y sentir el aire limpio de montaña. En eso estoy, sintiéndome mejor pero un poco vulnerable, cuando llega mi quinta hada madrina del día: Loli, una de las golden retriever del hostel cuyo pasatiempo constante es traerte una piedra en el hocico para que la lances y ella corra a buscarla una y otra vez. Se acerca cariñosa, sin piedra, y se instala a mi lado con su cabeza y pata en mi muslo y se queda fiel conmigo largo rato acompañándome mientras sólo el ruido del viento en los árboles se escucha en este mágico rincón de Uspallata.  Gracias otra vez.

Loli y su fiel compañía

Con el poder de Hércules

Camino a La Aurora, norte de Uruguay

Partimos a las 4 y algo de la mañana desde Colonia Valdense. Con viento y el cielo estrellado. Mauricio va al volante. Yvonne de co-pilota y yo atrás, en medio de la «matera» (estuche de cuero para el mate y el termo), las mantas y unos pasteles uruguayos recién hechos por nuestro intrépido chofer. Atrás van las infaltables milanesas y pascualina para almorzar.

Amanece en el centro de Uruguay

En el camino comienza a amanecer con un cielo pincelado bellísimo que se torna rosa, naranja, rojo, lila, celeste; un espectáculo. Y avanzamos entre risas, conversaciones y la tensión de Mauricio porque la ruta no está tan buena y su auto, «Hércules» (!) se puede estropear. Y yo no entiendo mucho la aprehensión y pienso: ya, igual le pone color, si no es pa’ tanto; qué tiene, si los autos son pa’ andar… Y el camino se aclara y el campo uruguayo se deja ver poco a poco.

Llegamos a un pueblo/ciudad y paramos en la bencinera pero no para poner gasolina, no, sino para cargar con más agua los termos para el mate, ja! Sólo Uruguay tiene en cada bencinera, terminal de buses, tienda o restaurant de carretera, un dispensador de agua hirviendo, por unos 5 centavos de dólar. Y si no venden te la regalan «porque el agua pal mate no se le niega a nadie, viste!».

Las chicas vamos al baño mientras Mauricio se encarga del preciado líquido y cuando regresamos yo entro en schock: «Nooooo!? ¿¡Nosotros venimos aquí? En este auto? Noooo!?», le digo a Yvonne, impactada. Y me da entre ataque de risa e incredulidad; mientras ella se ríe a carcajadas conmigo y no puede creer que yo no haya visto a «Hércules» al subirme, y le digo: Nooo, si entre que estaba oscuro, había que cargar todo, tenía sueño; nunca caché que iba arriba de esta «nave»!! -y me viene el ataque de risa otra vez, mientras el bencinero nos mira curioso entre risas también.

Pero tanto el bólido como su dueño se sienten orgullosos, pues se trata nada menos que de este modelito…

Hércules! sin palabras

… un Ford Maverick del ’74, auto de colección que, aunque circula por un país acostumbrado a las antigüedades de todo tipo en las calles, ésta se trata de una reliquia aerodinámica y mucho más «cool», ondera, que las que se suelen ver por el paisito

Los niños alucinando...

Y luego de tomar conciencia del protagonismo de Hércules,  además de encariñarme con él y seguir riéndome, también me empiezo a sentir rica y famosa, pues cada vez que paramos los niños le toman fotos, quieren subirse y Mauricio los deja;  los hombres se dan vuelta a verlo, dicen cosas: «pedazo de auto tenés, loco!», se acercan a conversar y preguntan temas técnicos aburridos para mí, pero que me hacen sentir que voy en un carruaje VIP….

Y seguimos bromeando con Yvonne porque Mauricio igual sufre un poco con la inevitable  tierra que le dejamos en el piso o el agua del mate que de pronto se cae… Pero lo entiendo, este no es un auto, es su hijo y compañero fiel… Si hasta dijo que le hablaba porque no tiene el medidor de gasolina , él calcula cuánto le queda por los kilómetros y que una vez en que se paró en la carretera, él le pidió que por favor hiciera su último esfuerzo y Hércules volvió andar, llegó hasta la gasolinera y se detuvo! …Adoro esa magia de la vida y la candidez para pedirla!  Y, en medio de toda la veneración de este uruguayo por su auto, recuerdo cuando el año pasado me fue a buscar en «la cachila!» (aquí está el post)  y también me hizo reír mucho…

Y bueno, aquí vamos, camino a Aurora, a lo del Padre Pío… Y no casualmente, el poderoso Hércules es verde… el color de la sanación… En un hermoso viaje impregnado de ésta y de las bendiciones que a cada rato nos da la vida…

Ya les cuento cuáles…

El Sol viaja por Cáncer: Momento para redescubrir los afectos

Como lo escribí en la nota para El Mercurio online Emol.com…. 

«Desde el 21 de junio y hasta el 22 de julio el Sol se instalará en el introvertido Cáncer y eso nos da una oportunidad a todos de vivenciar su emotiva energía. Entérese cómo»….

Click AQUÍ.

Saludos a los cangrejos!

Receta invernal para tener un corazón feliz

Lo siento, pero a este lado del planeta es invierno.  Y en el Cono Sur hace frío y a veces con alevosía.

Ayer no me dieron ni ganas de levantarme; el cielo oscuro, el aire húmedo y la máxima se anunciaba apenas en los 10º.  Pero la realidad es la realidad y tenía que salir a trabajar. Por suerte mi oficio de tarotista me gusta (lo cual ya es mucho decir) y voy caminando hasta la oficina (algo que también es demasiado decir en una capital), mirando la gente, los árboles, las portadas de los diarios, los perros vagos y el color de la ciudad, porque calor estos días no tiene.

En medio de la mañana sigo congelada y tengo una pausa de una hora entre lecturas.

Chocolate caliente + jengibre: antídoto seguro para el frío

Corro hasta uno de mis cafés favoritos del barrio y donde leo el tarot los jueves para los comensales curiosos, El Magdalena, y pido un chocolate caliente con jengibre. Lo dejo pedido y le digo a Paula, la administradora, que es mi amiga, que por fa me lo preparen mientras voy a la peluquería. ¿A la peluquería? -me pregunta ella.

-Sí, es que voy a que me presten el secador de pelo porque siento mucho frío en la cabeza.

-Qué loca eres! Ya, te espero -responde a carcajas.

Llego corriendo y las amigas de la pelu, una más joven y la otra mayor, me dicen: Pero claro, Jimenita, séquese no más, si hace demasiado frío. Además usted se tiene que cuidar los oídos, con todas las historias que escucha, es como nosotras…jajajaj – responden con humor, mientras me prestan el secador y pongo aire caliente en mi cabeza y en los oídos como me indicaron las expertas.

Aaahhh, qué agrado la sensación de calor. Conversamos apenas unos minutos y les digo que me voy «al tiro» porque voy por mi chocolate caliente. Les aviso que a la tarde paso otra vez y les traeré sopaipillas, me dicen que no hace falta, pero yo les respondo que es un trueque para pasar el frío. Nos despedimos entre risas.

Vuelvo al café y me espera un tazón grande con chocolate espeso y un toque picante del jengibre. Lo tomo en la barra. Estoy extasiada. -Soy muuuy feliz en este momento! -le digo a Paula -Ahora tengo calor, es que el jengibre se siente!-  Ella se ríe y por un rato nos contamos la vida, mientras llegan otros congelados al café y llenan las mesas. Entre medio, una señora pide un jugo de naranja y bromeamos: ¿de qué planeta es ella? Nadie puede pedir algo helado con este frío, eso es redundante!

Termino mi manjar  y parto de nuevo al trabajo.

Vuelvo feliz, achocolatada, dulce, acalorada y con el alma reconfortada por la compañía, la dulzura y la buena onda de los amigos, esos que están aunque no nos conozcamos tanto, pero con quienes tenemos confianza y complicidad como para pedir y compartir.

HA LLEGADO CARTA!!!

Llego tarde a casa, re cansada después de un día largo y con frío otoñal.

Mientras abro la puerta miro hacia abajo y veo la punta de un papel. En seguida adivino que no es un aviso publicitario ni una cuenta por pagar.  Sí, debe ser una postal!!

Aachen, Hanna dice que es muy linda y agrega con ironía que es segura!

En cuanto logro abrir lo confirmo: una postal de una bella amiga alemana, Hanna!! Guau!! Qué lindo!! Adoro las postales, mandarlas y recibirlas. Tengo algunas en una mesa enviadas desde Argentina, Tíbet, Bolivia, Ecuador, España… Me emociona la llegada de esta. Dejo las bolsas tiradas y la leo. Es de su ciudad, Aachen.

Con Hanna, Jan (también de Alemania), Marie (de Francia), Cat (de Rumania), Francisco (de Portugal), Alex y Cía (de México), Ángela (de Estados Unidos), Analía, Yvonne, Malena, Judy, Stefan (de Uruguay)  y tantos otros, nos conocimos en Uruguay. Varios nos encontramos en Ciudad Vieja, en esas reuniones nocturnas regadas y saboreadas de CouchSurfing (comunidad mundial de viajeros y anfitriones, donde estos últimos ofrecen su sofá o su tiempo para recibir y compartir con los primeros) que cada jueves se daban cita en el centro de Montevideo.

Viste cuando desde el principio tienes buena onda con alguien? Eso pasó con ellos y ahora de los extranjeros sólo Cat está en Montevideo, Malena cambió Uruguay por España y los demás andamos por nuestras tierras de origen, pero seguimos de alguna forma conectados, incluso con postales.

Hanna quiere volver en julio o agosto a Uruguay y Argentina. Quizá yo también regrese, aunque aún no vislumbro la fecha. Con ella somos un par de tantos encantados con el pequeño país y su gente.

Pero no sólo con este rincón de Sudamércia. También somos unas apasionadas de la amistad, de compartir sin importar el idioma o las diferencias culturales, de reírnos a carcajadas de cosas pequeñas y absurdas, de fluir con la complicidad, de caminar sin destino por calles nuevas contándonos la vida  y parando por una cerveza, un café, un bizcocho, una empanada o un chivito donde nos pille el camino, de ayudarnos por el sólo hecho de caernos bien y sentir cariño desde el principio; de hablar de amores y desamores, de decir con toda propiedad «es que los uruguayos…»…De compartir la magia de la vida. Esa misma magia que sin pensarlo nos lleva a encontrar en cualquier lugar a alguien con quien nos sentimos cómodos y acompañados…

Qué regalo es la amistad! Aunque esté lejos y ni siquiera sepamos tanto del otro… Parece que el viaje por la vida puede hacerse prescindiendo de muchas cosas, pero nunca de los amigos, sobre todo de esos que aparecen  de repente y con quienes podemos sonreír desde el principio.

Abrazos y gracias desde el Sur, Hanna!!!