Lo siento, pero a este lado del planeta es invierno. Y en el Cono Sur hace frío y a veces con alevosía.
Ayer no me dieron ni ganas de levantarme; el cielo oscuro, el aire húmedo y la máxima se anunciaba apenas en los 10º. Pero la realidad es la realidad y tenía que salir a trabajar. Por suerte mi oficio de tarotista me gusta (lo cual ya es mucho decir) y voy caminando hasta la oficina (algo que también es demasiado decir en una capital), mirando la gente, los árboles, las portadas de los diarios, los perros vagos y el color de la ciudad, porque calor estos días no tiene.
En medio de la mañana sigo congelada y tengo una pausa de una hora entre lecturas.
Corro hasta uno de mis cafés favoritos del barrio y donde leo el tarot los jueves para los comensales curiosos, El Magdalena, y pido un chocolate caliente con jengibre. Lo dejo pedido y le digo a Paula, la administradora, que es mi amiga, que por fa me lo preparen mientras voy a la peluquería. ¿A la peluquería? -me pregunta ella.
-Sí, es que voy a que me presten el secador de pelo porque siento mucho frío en la cabeza.
-Qué loca eres! Ya, te espero -responde a carcajas.
Llego corriendo y las amigas de la pelu, una más joven y la otra mayor, me dicen: Pero claro, Jimenita, séquese no más, si hace demasiado frío. Además usted se tiene que cuidar los oídos, con todas las historias que escucha, es como nosotras…jajajaj – responden con humor, mientras me prestan el secador y pongo aire caliente en mi cabeza y en los oídos como me indicaron las expertas.
Aaahhh, qué agrado la sensación de calor. Conversamos apenas unos minutos y les digo que me voy «al tiro» porque voy por mi chocolate caliente. Les aviso que a la tarde paso otra vez y les traeré sopaipillas, me dicen que no hace falta, pero yo les respondo que es un trueque para pasar el frío. Nos despedimos entre risas.
Vuelvo al café y me espera un tazón grande con chocolate espeso y un toque picante del jengibre. Lo tomo en la barra. Estoy extasiada. -Soy muuuy feliz en este momento! -le digo a Paula -Ahora tengo calor, es que el jengibre se siente!- Ella se ríe y por un rato nos contamos la vida, mientras llegan otros congelados al café y llenan las mesas. Entre medio, una señora pide un jugo de naranja y bromeamos: ¿de qué planeta es ella? Nadie puede pedir algo helado con este frío, eso es redundante!
Termino mi manjar y parto de nuevo al trabajo.
Vuelvo feliz, achocolatada, dulce, acalorada y con el alma reconfortada por la compañía, la dulzura y la buena onda de los amigos, esos que están aunque no nos conozcamos tanto, pero con quienes tenemos confianza y complicidad como para pedir y compartir.