Hablando de temas de la salud y las emociones (que obvio que tienen todo que ver una con la otra), Yvonne me nombra al curandero del pueblo. Como que me propone ir. Y ni alcanza a terminar la frase y yo digo/siento que sí, que todo el rato me interesa visitarlo. Y no sólo para que me sane. Ya sólo el hecho de conocerlo me parece una aventura y una conexión con la sabiduría.
Encima, Yvonne me cuenta que hasta los médicos le mandan pacientes cuando la medicina alópata no da con la respuesta a ciertas enfermedades.
Y, bueno, vamos. Cruzamos el campo entre pequeñas lomas y caminos de ripio, pues el «chamán del pueblo», vive en una pequeña casa en medio de la nada. De hecho, por el camino lo único que nos cruzamos fue una casa con autos de los años 50 y 60 (supongo) en el frontis, y más allá un rebaño de vacas con su pastora.
Colonia Quevedo, camino a lo del Curandero
En ese momento Yvonne avanza el auto hasta las chicas rumiantes, mientras yo intento sacar la cámara pero se atasca. Y mi amiga, sabiamente, me dice que deje la cámara y vivamos esto. Entonces, apaga el motor y nos vemos inundadas de la energía imponente y cadenciosa de ellas. En silencio, se acercan, miran, mugen… Se me humedecen los ojos… me emociona su energía, siento sabiduría, su nobleza; veo sus ojos enormes, profundos y algunas miradas algo curiosas y medio sarcásticas, como diciendo: «cuidado que aquí vamos nosotras primero»…. Una de las últimas vacas en pasar roza el auto y nos reímos. Al final la mujer que las cuida, nos saluda. Y yo me quedo con el corazón latiendo de alegría…
Con ese preámbulo llegamos a lo del curandero. Es un señor canoso, de ojos verdes, que podría tener 70, como 80. Tiene chispa y eso no es común por estas tierras, donde a veces la energía suele ser más de tierra y aire, más seca. Nos saluda e Yvonne le cuenta que «te traigo a esta amiga chilena»… Y él exclama: «¡De Chile! …El país de los terremotos, viste qué terrible eso de la tierra allá?», me dice mirándome a los ojos con complicidad.
Yo, que ya venía emocionada, lo veo y me conmuevo. Y luego cuando ya comienza la sesión sanadora se me cae una lágrima y suspiro. No hay motivos lógicos, pero del alma sí hay razones, claramente.
Una vez sentada en mi lugar le pregunto su nombre: Miguel Ángel, responde. ¡Guauu!, exclamo por dentro, como el arcángel.
-Qué bello nombre -le digo.
-A vos te parece? -me dice, mientras se voltea con su chispa en los ojos. -Y si- agrega.
En la sesión me pide mi nombre completo, hace distintos ritos simples, sin parafernalia, lo cual es un agrado -miren que en mi vida he ido a decenas de sanaciones, algunas hermosas y otras no muy creíbles-, mientras me pregunta cosas en el típico modo uruguayo y agrega: «¿Te gusta el Uruguay, verdad? Esto es un paraíso, nosotros no sabemos lo que tenemos, los uruguayos no nos damos cuenta del paraíso que tenemos». Yyo asiento, de hecho lo dije en el post anterior.
La sesión avanza con algunos rituales, mediciones y especie de digitopuntura, y luego ciertos rezos en susurro (la parte que más me gusta), mientras su mano repite un símbolo en mi frente que supongo es la señal de la cruz, pero que como va rápido la siento como si estuviera dibujándome el signo del infinito… El mismo signo que no casualmente canaliza una amiga dedicada al reiki, el mismo pez del tiempo del maestro Jesús… Guau! Qué potente todo! Adoro los símbolos ancestrales que se presentan a cada rato en nuestras vidas.
Mi querido curandero me da algunas indicaciones, le doy su dinero «a voluntad, si no tenés vos venís igual, que yo te atiendo», y nos despedimos con mucha alegría, en un gran abrazo. Lo vuelvo a mirar y siento la energía de los lamas tibetanos… Me dice que me seguirá santiguando a distancia…
Yo me voy silenciosa. Agradecida. Conmovida. Feliz. A la tarde y al día siguiente siento un poco de molestia en mis oídos y la garganta, la zona que tengo delicada y recuerdo: Ah! El curandero está haciendo su trabajo! Qué bellooo! GRACIAS!
Ya todos sabemos lo sucedido desde el principio y el épico rescate que da un primer gran final feliz a esta impresionante historia.
Muchos no alcanzamos ni a vislumbrar lo que viene ahora, se habla de invitaciones a diferentes países, eventos varios y decenas de programas de televisión peléandose a este grupo de 33 sobrevivientes.
Pero, a mi juicio, aquí hay otro milagro -y en realidad varios más- tan simbólico como la potente vida de los mineros que triunfa en medio de la desolación y a cientos de metros bajo tierra, tierra que es fuente de vida al mismo tiempo.
Para mí el verdadero milagro es la fragilización del poder, encarnado en el Presidente Piñera…. Hace rato que Chile -y con ello se contagia a Sudamérica y la humanidad, en gran medida- está sanando sus arquetipos. Recién le tocó el turno a la mujer y a la madre que
Michelle Bachelet, en un gesto muy simbólico cuando asume el 2006 (Fuente: jornada.unam.mx)
encarnó Michelle Bachelet, quien tomó al país en sus brazos y tocó el alma a sus habitantes y al continente, más allá de si eran sus partidarios o no. Aclaro, no estoy hablando de política, sino de símbolos. Lo femenino se hizo presente con dignidad, e inéditamente se instaló en el poder, cambiando viejos paradigmas, evidenciando el enorme poderío privado de la mujer chilena -el poderoso matriarcado familiar-, y equilibrando las polaridades masculino/femenino, emocionándonos el día en que asume y -de nuevo- simbólicamente saluda con ambas manos en el corazón en gesto de agradecimiento. Ella -más allá del desarrollo de su gobierno- abrió el corazón del país y se fue entre lágrimas por el dolor del terremoto… con un corazón nacional mucho más blando que el que la recibió…
Y Piñera, qué arquetipo representa? Entre otros, para mí, el tío rico. Sí, como el del Pato Donald. Piñera no tiene energía de padre, sino una jerarquía menor, como la de un pariente. En muchas familias hay un tío cercano o lejano con más plata que el resto y que despierta sospechas, envidias, fascinación, extrañeza. Bueno, este ser, Sebastián Piñera, enfocado a lo largo de toda su vida en el éxito, la riqueza voraz, la rapidez, el logro, el demostrar, el poder, la mente, el hacer o actuar compulsivamente… en fin, el ego; ese político que no se conmovió ni con el secuestro de su propio hijo en los años ’90, que en cuanto asume la presidencia -después de estar por décadas buscándola ansiosamente- en medio de un doloroso terremoto se pone a correr cual superhéroe, en vez de reflexionar, empatizar, sentir…. Ese mismo ser que despierta tanto rechazo incluso entre sus partidarios, este 13 de octubre de 2010 cambió.
El primer minero rescatado abraza a Piñera. (Foto Emol.com)
Puede que el cambio sea muy sutil, pero no por ello menos profundo y significativo. Por primera vez Piñera se permitió hablar menos (y ese ya es el tremendo milagro, hay que decirlo!), dejar que sus ojos se humedecieran, conmoverse, fragilizarse, hu-ma-ni-zar-se, al recibir a casi todos los mineros con un abrazo muy genuino. Especialmente el segundo minero y el último abrieron su corazón, mientras él se mostraba espontáneamente paralizado, casi incómodo, inadecuado.
Por unos minutos no hubo frases hechas ni la calculadora sacando cuentas de qué me sirve y qué no, qué me conviene y qué no hacer porque «puede dañar la imagen del gobierno»…
Y yo frente a la pantalla celebro con mucha alegría! Al fin el alma emerge y brilla, mientras el ego se disuelve por unos instantes!!! Este es uno de los mejores milagros de un hecho que ya es milagroso!
Guau! Qué privilegio del destino ser protagonistas, observadores y receptores de tanta sanación. Porque lo de Piñera no es para él como individuo solamente. No, es para TODOS los que asistimos a este hecho de alcance mundial… Todos -nos guste o no- tenemos un Sebastián Piñera dentro, cada vez que corremos en el día a día sin respetar nuestro cuerpo, cada vez que caemos en impaciencia desmedida, obsesión o control ídem; cuando vemos sólo nuestra conveniencia o queremos demostrar que somos mejores que el resto, cada vez que pasamos a llevar a alguien, hablamos demasiado o no somos capaces de detenernos a ver y sentir qué le pasa al otro, y obvio que cada vez que la ambición o el consumismo nos ganan somos él…
Toda esta energía fría y neurótica que llevamos dentro, que muchas veces nos domina y que encarna tan bien este Presidente y varios otros por el mundo, se disolvió por valiosos minutos, se dulcificó y se transformó…
Todo lo sucedido hasta ahora con los mineros, incluido el corazón conmovido y sin maquillaje de Piñera, es un gran despertar emocional, espiritual y de conciencia para la humanidad. Miles de millones de personas de distintas culturas han asistido no al rescate de los mineros online, sino a su propia sanación, a emocionarse y dejar caer lágrimas, a valorar otras cosas, a redescubrir la fuerza del alma y la generosidad de la Tierra, a mirar de otra forma el poder humano -que igual es divino- capaz de provocar milagros, cambios y ayuda… Por minutos y horas, el mundo sintonizó con el amor y la nobleza humana y eso sí es realmente milagroso!
Así, con todo esto, como lo compuso una genia de la humanidad, hoy todos podemos decir: Gracias a la vida, que me ha dado tanto! ♪ ♫
Es otoño en el Sur del mundo… Tiempo para soltar, dejar que se nos caigan las hojas viejas, permitirnos dejar aquello que está seco en nuestras vidas … Aquí hay un buen texto de la gran antropóloga Patricia May sobre esto y abajo un par de fotos que tomé estos días.
Sábado 12 de junio, 14.30 hrs. en Santiago de Chile, un grupo de todos colores, con mucho rojo y varios envueltos en mantas, irrumpe en Providencia, mientras llena de energía, alegría, sonido y ritmo la ciudad…
Luego de su sabrosa y revitalizante intervención urbana, las mantas son donadas a la Cruz Roja Chilena para las víctimas del terremoto en el sur del país…
PD: Lo único malo del video que va a continuación es que la camarógrafa no sabe mucho de audiovisual (por sepaparado sí, pero juntos no) y encima adora bailar, entonces no pudo evitar contagiarse y seguir el ritmo de la pegajosa canción olvidando su labor en ese instante. Por eso, para enmendar su falta de profesionalismo, añade al último una nota que salió en la TV local.
Dado el mega remezón que muchos tuvimos con el terremoto de Chile, ahora no siento ganas de moverme… Mis planes de viaje se quedaron en pausa, por un rato, obvio… Durante marzo y hasta mediados de mayo estuve re quieta, con poca vida social, silenciosa, menos dispersa, más presente y, paradójicamente, más feliz….
Parece que cuando vivimos mucho dolor/miedo/conmoción como protagonistas o como espectadores cercanos, también el alma y el cuerpo piden reposo, pero al mismo tiempo la mirada de las cosas cambia y valoras hasta el atardecer que antes no veías.
Bueno, en eso estoy cuando comienzo a sentir nostalgia urugua-sha… Saudade… De qué?
Del ritmo uruguayo, de las conversaciones, de la vida simple adornada por un asado, el mate, los bizcochos y la gente que comparte con pocos prejuicios… Nostalgia del poco stress, del ritmo cadencioso de Montevideo o de Colonia, del verde de Valdense y de Solymar… Nostalgia del domingo en el Parque Rodó o de caminar sin rumbo por Ciudad Vieja con el viento en la cara…
Montevideo desde Plaza Independencia
Mmm, ahora que lo escribo me entusiasmo otra vez y me dan ganas de tomar pronto la maleta y los pasajes. Pero parece que aún no es el tiempo. Todavía me ronda una sensación de fragilidad y encima presiento que se asoman grandes cambios internacionales. Entonces, por ahora, atesoraré los recuerdos con un mate desde mi balcón, donde las nubes pasan muy lento, pues acá la cordillera frena el viento… qué lastima, es tan agradable despeinarse!
Este relato es –entre otras cosas- para honrar a las víctimas más afectadas, para que no olvidemos su dolor y para que recordemos ayudar con acciones y en lo cotidiano, incluso con nuestro CAMBIO de actitud, donde sea que estemos…
Esa noche, sola en el 5° piso, me desperté pasadas las 3.30 de la madrugada con lo que parecía un temblor más en Chile. Ese movimiento que da un poco de susto, pero que está en el ADN e inconsciente colectivo chileno.
Cuando dejó de ser un simple movimiento, me levanté agachada y me afirmé como pude de un mueble, mientras todo el edificio se agitaba, el ruido causaba horror y, al mismo tiempo, yo rezaba a todas las figuras sagradas que recordé y pedía que terminara, recuerdo haber repetido en voz alta: “Por favor, Dios, que termine”… Pasados más de dos minutos la Tierra cesó de rugir.
…No entré en pánico, sí en mucho miedo, angustia y también estremecimiento por lo que podría haberle pasado a otros. Yo estaba bien. Tenía un nudo en el estómago que me duraría horas y mi cuerpo tiritaba entero con una sensación de fragilidad y de rozar la muerte que no olvidaré.
Enseguida recibí la llamada de mi hermana que estaba en el sur de Chile. Luego mis padres y nos comunicamos con algunas amigas, una de ellas había caminado unas 12 cuadras a oscuras por Santiago hasta la casa de su abuela que, como ella, vive sola. Llamé a mi tía anciana que también vive sola y camina poco. Estaba asustada como todos, pero bien y a oscuras, pues no podía moverse para buscar una vela.
Luna llena desde Santiago, el 27 de febrero a las 4.23 am
Abrí la puerta. Se escuchaba el ruido de vecinos bajando por las escalas, dejé abierto, quizá para que supieran que había alguien ahí. Luego abrí las cortinas: el cielo verde muy oscuro, la luna llena pero no radiante y una capa de polvo que se levantó sobre edificios y el cerro San Cristóbal. Santiago completamente a oscuras, con gritos, llantos, sirenas de distintos vehículos de emergencia, gente caminando con desesperación, autos que apenas circulaban …Se me cayeron las lágrimas… Comencé a pedir, a pedir por todos los seres que podrían estar sufriendo, a pedir que el daño se detuviera, que todos los seres pudieran estar protegidos. Que el miedo se aplacara; comencé a mandar amor desde mi balcón…
Sé que en medio de todo me vestí, junté agua, desenchufé todos los aparatos y reparé en que increíblemente nada se había caído ni quebrado. Mis padres volvieron a llamar pues escuchaban la radio del auto y se confirmaba: Terremoto en Chile, grado 8,3 en Santiago.
Encendí un par de velas, una en mi altar en la sala, y frente a figuras sagradas de oriente y occidente comencé a mandar amor, paz, protección, calma para todos los seres. También agradecí. Venían réplicas del terremoto, pero sabía que serían más suaves, ya no me levantaba. Después de casi dos horas del terremoto bajé al primer piso. Ahí había luz de generadores de emergencia y decenas de vecinos en pijama asustados intentando llamar por celulares, una familia entera en silencio y cabizbajos, algunos perros con sus amos, gente que venía a buscar a otros. El edificio comenzaba a vaciarse, mientras el conserje corría a resolver cada detalle, una señora ofrecía pan a los que quisieran, una chica pegaba un letrero para encontrar a su gato enfermo que había desaparecido y un abuelo recolectaba a sus nietos mientras cargaba a una bella bebé en brazos. Fue bueno bajar, sentí eso que a veces olvidamos: somos todos iguales, nuestro corazón y sus latidos son los mismos. Conversé un poco y subí, a seguir meditando-rezando para esto que estábamos viviendo.
El mar arrasó con Pelluhue, localidad cercana al epicentro del terremoto. (foto Emol, AP)
Cerca de las 7 de la mañana volví a la cama y me desperté por otra llamada familiar. Había vuelto la electricidad y encendí la TV. Ver imágenes y noticieros en plena madrugada de sábado fue la certeza: Terremoto en Chile grado 8.8 en las ciudades del Sur. Con la cabeza aturdida, el cuerpo apretado, el corazón roto y los ojos vidriosos miraba las imágenes: Qué dolor. Y todavía no vería todo. Aún no llegaban imágenes del tsunami en las costas, eso sería aún más estremecedor.
Pasadas las 10 de la mañana, por fin conseguí comunicarme con una amiga española que vive en Santiago en un piso 9 y que me tenía preocupada. Ella estaba en shock, se había paralizado frente a este movimiento telúrico completamente desconocido por ella y al lograr comunicarse por primera vez con alguien rompió a llorar a borbotones por el teléfono, mientras yo emocionada trataba de contenerla. Cuando colgamos envié un mail a su familia y amigas que estaban expectantes pues ya se sabía la noticia en Europa pero no tenían comunicación.
Volví a llamar a mi tía. Contestó un vecino y me dijo: “la señora Carmen está bien, la llevamos a otro departamento porque le estamos ordenando todo lo que se cayó; no se preocupe”, le agradecí y se me volvieron a humedecer los ojos, esta vez por la belleza del alma humana.
Zona central de Chile (Emol.com)
El día continuaría en casa de mis padres, lento, silencioso, aturdido, acompañado, sin apetito, con llamadas de amigos y familia, bellos mensajes de Uruguay, España, Argentina, Brasil, Alemania, México, Colombia, Inglaterra, Francia; y seguirían horas dolorosas, conmovedoras, preocupantes, compasivas. Pero curiosamente me sentía muy viva, no de vitalidad, sino por dentro, conectada, consciente, presente.
En la tarde, por primera vez reparé en que mi madre también tenía un altar en su cuarto, el de ella es católico: algunas Vírgenes, una imagen de Jesús, la Biblia, una vela, unos santos y una foto de mi abuela a la que no conocí. Tomé la Biblia y pedí un mensaje para entender este momento de Chile y la humanidad; cerré los ojos y abrí una página con la mano izquierda, mi dedo índice se posó en el capítulo 4 del Libro de Las Lamentaciones. El profético mensaje era nada menos que un poema de dolor por la destrucción de Jerusalén (Sion) a.c. (la explicación está aquíy pueden leer el texto bíblico acá) y me confirmó parte del sentido que veo y palpo de este desastre.
La estrella de Chile
Sí, nosotros, el país modelo de Sudamérica, ese al que todos elogian, ese que no vive la crisis internacional porque su manejo macroeconómico es inteligente y precavido, ese del cual muchos extranjeros me dijeron últimamente “Santiago parece primer mundo”; ese que tenía como agotadora, fantasiosa y cruel meta social el éxito y la estabilidad; ese que se había vuelto tan frívolo e insustancial sobre todo a nivel mediático; ese país con ciudades más bien plásticas que buscan parecerse a Miami en vez de rescatar nuestra
La caída de una autopista en Santiago (Foto Emol.com)
identidad mestiza; ese país con ciudades segmentadas donde nos clasificamos y desconfiamos según el sector donde vivimos y cómo nos vestimos o hablamos; ese para el cual el nuevo Presidente prometía majaderamente hacerlo crecer al 6 % y “terminar con la delincuencia”, como si fuesen los únicos temas relevantes para una nación y su gente; ese que comenzaba a celebrar su Bicentenario y lo abría con un Festival Internacional de Viña del Mar que no casualmente culminaba justo el 27 de febrero –que, por lo tanto, quedó trunco- y que como nunca en los últimos años se evaluaba francamente aburrido y mediocre, pues era un hecho que no había figuras actuales ni relevantes. Ese país limpio y ordenado, lleno de camionetas 4×4 y autos último modelo; con habitantes colmados de tecnología y cuyo ícono del avance social era el televisor plasma, la BlackBerry o el departamento propio encumbrado en edificios modernos; ese en el cual yo apenas ubicaba de vista a un par de vecinos de mi piso… Ese país envidiado, admirado e imitado…
Sí, este país, Chile, también es FRÁGIL, también puede sufrir y mucho. No somos intocables. Los desastres no sólo afectan a países pobres u orientales. No, este país estrella –como cualquier otro que descansa en su aparente actual buena fortuna- también puede ser quebrantado por el dolor y de forma aleccionadora.
Y –por supuesto que con todo mi respeto y honor a la víctimas más afectadas- enhorabuena.
Siento que somos afortunados de ser elegidos por la naturaleza, por el Universo y su energía sagrada.
Tenemos la enorme oportunidad DE NO SER LOS MISMOS después de este terremoto. Qué bien.Nuestro pecho se estremeció y puede estar trizado aún, pero también se ABRIÓ.
Nuestra CONCIENCIA se sacudió. Nuestra humildad brilló, puede seguir haciéndolo y nos insta a recordar y aceptar que no manejamos el destino a voluntad y que la ansiada estabilidad no existe. Nuestros MIEDOS afloraron y nuestro agradecimiento se asoma con fuerza.
Qué alegría, podemos ser más sensibles, tenemos el inigualable regalo de estar más conectados con nuestras almas y con nuestra vulnerabilidad. Ahora –confío y es la idea- todos podemos estar más conscientes de lo realmente importante: El AMOR. Pero el amor verdadero. No esa emoción hollywoodense, ni el sentimiento dramático ni el dependiente, no ese que andamos buscando afuera, sino LABONDAD DEL CORAZÓN.
Lo único que no se derrumbará nunca con ninguna tragedia es esa LUZ, esa energía poderosa que llevamos dentro y que es necesario sentirla, contagiarla, esparcirla, ofrecerla y recibirla HOY, no mañana.
Gran documental chileno realizado a pocos días del terremoto de febrero 2010… Una mirada profunda, pura, sanadora, con sentido y esperanza. De Canal 13 cable que, todo el rato, es tanto mejor que su señal de tv abierta.
… Con profundo honor y respeto por las víctimas más afectadas del terremoto en Chile –fallecidas y sobrevivientes-, reconociendo que mi vivencia es absolutamente ínfima e incomparable al lado de la suya, les agradezco a ellas desde el corazón el mostrarnos y contagiarnos el dolor. GRACIAS, MUCHAS GRACIAS.
…Todos estos días he hecho (no sólo yo) silencio y varias abstenciones de lujos o placeres por respeto a ustedes y he apreciado infinitamente su coraje.
He valorado vivir en una casa, poder bañarme, beber agua, elegir lo que quiero comer o la ropa que vestiré, dormir en una cama, usar un baño limpio, saborear un pan fresco con mantequilla y una taza de té caliente…
Les agradezco a este terremoto, al tsunami y a sus víctimas el humanizarnos, movilizarnos para ayudar, conmovernos con sus desgarradoras lágrimas, con sus sueños truncados y desesperanza. El habernos dado la poderosa oportunidad de detenernos y así lograr preguntarnos: ¿en qué estamos y cómo?, ¿qué tipo de vida llevamos?
Les agradezco con gran satisfacción el haber cambiado la agenda nacional y mediática (esta última tan agotadoramente frívola los últimos años) en pos de lo profundo: el amor, el servicio, la protección, la ayuda y la información real.
Los efectos del tsunami posterior al terremoto, en las costas del sur de Chile (foto aérea de Emol.com)
Esta tragedia –qué bueno- nos ha pasado a todos, incluso al continente y al mundo.
Todos sentimos –o conocieron- el derrumbe literal y metafórico, el miedo, la incertidumbre, la angustia, la pena, la desolación, la rabia, la impotencia no de un país pobre, sino del país “modelo” de Sudamérica, ese “que estaba tan bien” a ojos del mundo y, efectivamente, en gran medida así era. Por lo mismo, aquellos que aparentemente nos salvamos de esta, igual sentimos el terror de que venga otro desastre y nos afecte más directamente como a los millones de seres que hoy lloran sus pérdidas humanas, materiales y animales.
Le agradezco a la naturaleza y a la Tierra mostrarnos su poder infinito e incontrolable para recordarnos eso: sólo somos humanos, no dioses todopoderosos; nada está bajo nuestro control y, al contrario, le debemos respeto y agradecimiento a la vida animal, vegetal, mineral; al viento, al agua, al fuego, al aire.
Sí, aunque suene como suene, estoy intensamente agradecida del dolor que estamos viviendo. Este país –confío y anhelo- no volverá a ser igual después de esta convulsión telúrica, emocional y espiritual, que tiene como paradójico contexto los mayores avances tecnológicos y económicos de su historia.
Gracias. Siento que muchos volvemos a respirar con ganas. Siento que vuelvo a valorar mi cuerpo, mis talentos, mis numerosos medios, mis vínculos, el amor que puedo dar y el mucho que recibo, incluso de gente que está muy lejos.
…Adoré el silencio y la energía lenta y sensible que se produjo en las calles santiaguinas los primeros días post terremoto. Me gustó mucho ver los restaurantes, cafés y tiendas vacíos; ¡qué bien!, salimos de la burbuja y de la anestesia intoxicante del consumo y la evasión. Logramos detenernos y sentir.
Ha sido tan bueno cambiar de ritmo, de prioridades; no poder trabajar con la misma energía porque el alma y el cuerpo aún están remecidos. Ha sido tan bello recibir ayuda, pedirla y darla.
… Fue hermoso juntarnos con amigas, con mi hermana y mi madre a meditar, a rezar, a pedir, a enviar amor y a agradecer. Hasta fui a una misa católica el mismo día del terremoto, pues sentía que necesitaba un lugar de conexión espiritual, que era vital reunir mi energía con las plegarias de otros, y me encantó porque el sacerdote dejó los últimos 15 minutos para orar en silencio por las víctimas, mientras compartió el santísimo (creo que así se llama una bella cruz dorada que seguro da bendiciones), junto a la purificación del incienso y el sonido de las campanas.
Ha sido emocionante ver una posta de periodistas abnegados en todos los medios de comunicación, que se nota apenas durmieron por cumplir con la misión de informar, aquellos profesionales que desde el lugar de la tragedia estuvieron tan desabastecidos y sacudidos como las propias víctimas.
Qué bien nos hace y nos ha hecho el dolor. Este dolor colectivo, este sufrimiento que le ofrecemos al mundo como señal de alerta. Sí, es una señal: estamos frente a las últimas oportunidades de C-A-M-B-I-A-R. Nuestra transformación es AHORA.
¿Cuál transformación? Un giro hacia el centro del pecho, hacia el respeto por el poder y sabiduría de la naturaleza, hacia la fuerza sagrada y benévola del Universo, hacia la empatía con la humanidad completa, incluso con nuestros enemigos o antagonistas; hacia promover paz en lo cotidiano, no sólo en casos de guerra…
Un compromiso con el amor, la compasión, la intuición, el equilibrio; una forma de actuar consciente para asumir que no estamos solos con nuestro ego, nuestra mente, nuestro cuerpo y ese afán de control constante que tenemos. No. Hay algo mucho más noble y sutil que nos mueve y rige nuestra existencia… Pero tenemos que optar por ella, atrevernos a sentirla y caminar según su vibración…
… Aahhh, puedo tomar aire con ganas para agradecerle a este dolor. Hoy tengo más conexión con mi propia alma y con la colectiva, esa que nos está empujando –aunque sea a golpes- a encontrar la verdadera felicidad. GRACIAS.
Como les conté en el post anterior «Terremoto en Chile: Despierta el Amor»... el día antes de que la tierra se sacudiera bruscamente yo estaba escribiendo un artículo sobre la fuerza de este año 2010 para una sección del diario El Mercurio Emol.com…
Ahora lo publicaron y pueden leerlo, pues tiene todo que ver con lo que hemos vivido y seguiremos viviendo en el mundo, no sólo en Chile… Como lo he dicho antes y como podemos percatarnos, el 2010 nos quiere muy despiertos, flexibles, pacíficos y amorosos.
La nota se titula«Cómo sobrevivir al 2010: Tips para un año intenso y sorpresivo» y pueden leerla, comentarla y reenviarla si lo desean, clickeando AQUÍ.
Un abrazo esperanzado.
Lo que ha pasado es -entre muchas otras cosas- una señal para nuestro país y para toda la humanidad de lo frágiles que somos y de cuánto nos necesitamos… El dolor es una OPORTUNIDAD de conectarnos con el AMOR, con nuestra alma y su bondad; cuando el dolor o el terror nos toca, podemos hacer un cambio profundo en nuestras vidas, tener más conciencia y parar de generar apegos, avaricia, odio, rabias, desprecio, desconfianza, crítica, daño a otros….Podemos mirar la vida de otra forma…
Por eso, quienes estamos bien evitemos estos días criticar o enojarnos con quienes están manejando la ayuda, con las autoridades en general, con quienes han robado, con quienes están informando a través de los medios de comunicación, con quienes están indiferentes ante el dolor de esta tierra… Es difícil, pero no nos quedemos en pequeñeces… Paremos con la negatividad y la frivolidad, si seguimos con eso NO habremos entendido nada del para qué de este desastre…De esa negatividad hemos tenido y provocado demasiado. AHORA conectémonos con el AMOR y la COMPASIÓN…
Cada vez que venga a tu mente una crítica, una queja, un enojo o resentemiento por lo que está pasando… observémoslo y dejemos que pase, que se disuelva, para luego aplicar el antídoto del Amor. Simplemente siente en tu mente o en tu pecho las palabras Amor, Compasión, Aceptación…
Es AHORA EL MOMENTO DE CAMBIAR… No esperemos otra señal más poderosa que esta…
Y otra cosa (si les da lata no importa, ya con lo anterior podemos generar el mega cambio) …El lunes se lo dije al chico de la verdulería cuando me ofrecía más cosas y un buen trozo de queso y yo le respondía que no, por las víctimas del terremoto, que no era un tiempo para gastar ni para darse lujos, que muchos estaban sufriendo y que con lo mínimo estaba bien… Él se rió, pero luego lo entendió… Si quieres, como un gesto de solidaridad y conciencia, estos días intentemos evitar los lujos, con menos podemos ser igual de felices y, de paso, nuestra austeridad honra el dolor de las víctimas… Menos gasto de energía, menos compras, menos excesos, menos adornos en nuestras vidas y más esencia, más humanidad, más comprensión…
Eso es. Gracias a todos por estar.
***
Luz para Chile, América y el mundo
Hoy
a las 20 hrs. ( y toda esta semana), donde quiera que estemos, intentemos mandar LUZ a Chile completo, a las víctimas y también a aquellos que están bien.
De esta forma:
Si estás en casa, puedes reunirte con otros o hacerlo individualmente.
Encendamos con conciencia una vela. (Si no la tienes no importa, lo que vale es la intención)
Sentémonos cómodos y sin prisa frente a ella.
Si quieres puedes juntar las palmas de tus manos frente a tu pecho y respirar profundo un par de veces.
Agradezcamos todo lo que tenemos hoy: nuestro cuerpo sano, nuestra inteligencia, un techo, una cama, seres queridos, un trabajo, comida, ropa, servicios, nuestra alma, la posibilidad de pedir por otros… Todo lo que venga a tu mente y a tu corazón.
Respiremos muy profundo y enviemos desde el centro del pecho, desde el corazón: LUZ, AMOR, SABIDURÍA, BIENESTAR Y PAZa todos los que en este momento están sufriendo, a los que han perdido a sus seres queridos, a quienes han perdido sus casas, a quienes se sienten desesperados. A quienes están solos, a las almas que se han ido violentamente, a quienes tienen rabia, impotencia, dolor, miedo, angustia; a los enfermos, a quienes están robando, abusando o aprovechándose de este dolor, a las mascotas o animales desamparados, a los que están incomunicados. A los medios de comunicación y sus profesionales. A las autoridades, a los profesionales de la salud, a nuestra Presidenta y al futuro Presidente de Chile. LUZ, AMOR, SABIDURÍA, BIENESTAR, PAZ. Si quieres puedes decirlo en voz alta.
Respiremos profundo y sintamos que nuestro corazón manda luz de amor a todos los seres por igual.
Puedes terminar con un «Gracias», con un «Amén», con un «Que así sea», con un «Om»… Lo que te nazca.
Si quieres puedes dejar la vela encendida un rato.
Podemos repetir esto cada día de esta semana.
Si no puedes a las 8 pm, no importa, hazlo en el momento que puedas.
Si no tienes el tiempo de hacerlo, no importa, sólo manda tu intención de amor.
Este dolor es una oportunidad de conectarnos con el AMOR.
Si quieres reenvía esto para que Chile y su alma, nuestras almas, reciban mucha luz.
Gracias.
PD: Estos días especialmente, cada vez que comas algo, cada vez que te acuestes a dormir, cada vez que camines por un buen lugar, cada vez que entres o salgas de tu casa, cada vez que te comuniques con alguien a quien quieres, cada vez que te pongas tu ropa, cada vez que te bañes o bebas agua sediento…. puedes DEDICAR ESTAS COMODIDADES A TODOS LOS SERES QUE NO LAS GOZAN HOY… IMAGINA QUE TUS PRIVILEGIOS (APARENTEMENTE TAN NORMALES) LE LLEGAN A TODOS LOS SERES QUE HOY NO LOS TIENEN… SIENTE QUE LAS BONDADES DE TU VIDA SE MULTIPLICAN PARA AQUELLOS QUE SIENTEN EL DOLOR DE NO TENERLAS… La intención es poderosa.