POR LAS CALLES DE MONTEVIDEO

“EL DOMINGO 29, DÍA DE ELECCIONES, HAY FERIA. NO NOS HAGAN VENIR AL PEDO”…. Jajajajaja. Así dice un letrero colgado en un puesto de la clásica feria dominical de Parque Rodó y pienso que es tan representativo de la identidad uruguaya.

El cartel me lo señala Alejandro, un amigo mexicano con quien paseamos al mediodía y yo muero de la risa mientras pido permiso para tomar la foto al locatario, quien muestra una mueca sonriente mientras lo hago.

“Esto es Uruguay”, pienso. Esa mezcla de trabajo, tradición, reclamo y humor algo negro. Encima, el escenario es una institución local: la feria. Esta, la del Parque Rodó tiene mucha ropa y algo de artesanía; hay otras que incluyen frutas, verduras, quesos, pescados, abarrotes, antigüedades y más.

Y al par de días me vuelvo a reír con otro letrero. Uruguay acaba de clasificar al Mundial de Futbol de Sudáfrica y en la playa de Pocitos al día siguiente del triunfo que por fin se celebró con ganas, un lienzo dice: “MANDELA, YO LLEVO EL MATE!”…. Jajajajaja… No hacen falta comentarios.

…Y Maca, una amiga chilena me enseña la foto que tomó de la fachada de un negocio en El Prado, un barrio antiguo lejos del centro, donde atiende “Carlitos”. Esta es…

Así es esta ciudad que no parece capital y así también se siente su gente…profunda, reflexiva, poeta, con humor, simple, nostálgica, amable, naif, gruñona, sociable…

Si quiere conocer más, agarre su maleta y venga. Y si por ahora no puede, lea este blog y pasee sin moverse de su escritorio!

Ta? (Bueno, si, ok, ya, de acuerdo, bien… Todo eso puede indicar esta muletilla uruguayísima)

ADVERTENCIA PARA VIAJEROS INFLUENCIABLES

… Si usted quiere conservar su identidad, su acento, su vocabulario y su gusto por ciertas comidas de SU tierra, absténgase de viajar un fin de semana completo en un auto pequeño con cuatro mexicanos y un inglés que habla español de España.

De lo contrario, terminará como ciertas viajeras que ahora cuando nos da frío agarramos la “chamarra”, cuando no le creemos a alguien o si esa persona

En Parque Nacional Santa Teresa, Uruguay

hace algo raro o pesado, decimos “¡no maaanches, wey!”; cuando queremos que alguien se apure o estamos de acuerdo decimos “órale, wey”; en vez de ahora decimos ahorita, si queremos algo prestado preguntamos: “¿me das tantito?”; cuando nos hartamos nos sale la expresión “¡joder!” y frente a las malas sorpresas “¡coño!” (sí, tal cual lo lee); cada cierto rato pensamos que algo está “padrísimo” y cuando alguien es malo con nosotras expresamos “pinche cabrón!”

Y bueno, no sólo eso… además casi encontramos rica la salsa tabasco y estamos a punto de desayunar con un bife y algunas verduras, o de probar una tostada con mantequilla y azúcar espolvoreada…

Usted tenga cuidado, no diga que no se lo advertí, mi cuate!

PD: El paseo estuvo bien padrísmimo y/o chingón y/o chido, wey! El itinerario incluyó Punta del Diablo, Punta del Este y Piriápolis, entre otros rincones… Las fotos están -de a poco, no ve que en Uruguay Internet es un bolero?- en Imágenes, si quiere chusmear no más tantito…

¿ESTÁ USTED CAPACITADO PARA VENIR A URUGUAY?

El clásico mate uruguayo

Mmm, esta no es una pregunta que se responda así no más.

Así que lo invito a leer la nota que me publicó el diario El País, en su sección de Viajes. Es un Test para viajeros con destino a Uruguay, que puede leer clickeando acá: http://viajes.elpais.com.uy/

Si quiere, agarre su mate, té o café y decida si es usted un viajero apto para aventurarse por este lado del Sur.

Saludos desde la rambla de Montevideo!

CASI TODA UNA URUGUAYA, VISTE?

Cosas que pasan: de un momento a otro y en menos de 24 horas me convertí en casi toda una uruguaya…

Es sábado por  la tarde y en Colonia del Sacramento me espera un amigo nacido y criado en esta encantadora  ciudad, quien promete mostrarme lugares nuevos más allá de la turística ciudad vieja fundada en 168o y declarada Patrimonio de la Humanidad.

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Cantera del Parque Ferrando

Pero el paseo no es cualquier cosa, es completamente “a la uruguaya”. Es decir, pasamos por su casa a buscar el mate y luego nos subimos a su motocicleta y, como es costumbre en las ciudades pequeñas y pueblos uruguayos, vamos sin casco. Y yo llevo nada menos que el termo y el fiel e infaltable mate en el brazo izquierdo, mientras con el otro me afirmo. Después de esto ya sólo me faltaría aprenderme el himno nacional, creo!… En el paseo hay parque con laguna (o cantera), playa, rambla y faro desde donde, como el día está despejadamente lindo, se llega a ver Buenos Aires allá lejos en la otra orilla del majestuoso Río de la Plata (ver la foto de portada del blog).

A la tarde comemos en un carrito con mesas y carpa, hamburguesas completas (una oda al colesterol: con huevo frito, panceta, jamón, queso, lechuga, tomate y otras cosas muuuuy livianas que prefiero no recordar), por la noche –a las 3 am para ser exactos- salimos a bailar mientras él cada cierto rato saluda a decenas de conocidos como buen habitante de pueblo chico…

Al día siguiente, voy a lo de Yvonne, una querida amiga local, en Colonia Valdense, a un asado en medio del campo… Va a buscarme a la carretera su vecino-amigo Mauricio, todo un hombre de trabajo y de campo que a sus 27 años ya ostenta con orgullo sus propias cabezas de ganado… Pero no me busca así no más. Yvonne me manda mensaje al celular: “Va Mauricio en la cachila”. … “What?!” –exclamo. Y me quedo pensando… ¿la cachiiilaaa?, ¿qué será eso?

Y veo de lejos un auto station viejo color calipso, pero no, no es. Luego aparece una bicicleta rara y no, no es. Hasta que de repente cruza la ruta un buggy, de esos en que uno va sentado a la altura del piso casi. Y viene raudo Mauricio a buscarme en uno de sus carros: la cachila, como se le dice a los autos viejos (burritas, en Chile) y a los buggys en esta zona. Jajajaja, me da mucha risa, y me subo en mi nuevo transporte al aire libre, me siento casi en la fórmula 1 del pueblo.

Ejemplo de cachila

Ejemplo de cachila

Luego el asado con abundante carne, chorizo, morrón y vino…Y a la tarde parte de los comensales vuelven a aprontar su segunda mateada del día, supongo.

Y yo duermo un poco de siesta con tanto vino y trasnoche.

Así es la vida acá, simple, sin mayores pretensiones ni parafernalias. El mate y un poco de carne a la parrilla pueden ser el paraíso y llenar de vida el tiempo que para muchos pasa lentamente en estos rincones.

Ahora, para ser toda una uruguaya me falta…

Aprender a cebar bien el mate y no querer tomarlo un poquito dulce. Sólo para probar, digo yo!

Aprender la receta de la pascualina, del fainá (masa de harina de garbanzo), y/o de la mozzarella (la pizza).

No desesperarme cuando el ómnibus anda leeento y se demooora en abrir la pueeeerta cuando yo ya voy atrasada a mi cita.

Comer torta frita los días de lluvia.

Amar el dulce de leche.

Ponerle panceta (tocino) a una serie de comidas que no tendrían porqué llevarla.

Usar la muletilla “ta” en el momento y expresión precisos.

Decir estoy “pronta” en vez de estoy “lista”.

Que me falle la voz y quede ronca para tener el tono local.

Comer carne unas 6 veces por semana.

… Cuando lo haga, capaz que me den la residencia sin papel alguno!

Que pasen bien! Ji.

VIAJAMOS CON NUESTROS ÁNGELES Y DEMONIOS

Desde la playa de Pocitos

Desde la Playa de Pocitos

Hay quienes idealizan(mos) la idea de viajar. Como si hacerlo fuese siempre una experiencia únicamente de placer, como si con ellos los problemas se fueran y pudiésemos huir de aquello que nos duele, nos molesta o nos agobia, como si mágicamente fuésemos a convertirnos en personas nuevas.

Y en parte puede suceder, en parte tenemos esa oportunidad. Siempre un paisaje y gente nuevos puede distraernos, entretenernos y darnos una libertad distinta. Pero los viajes tienen mucho más que el color rosa.

Me lo confirman aquellos que voy encontrando en mi propio periplo por Uruguay…

Un rumano que se vino inicialmente por un par de meses, pero que ya lleva casi seis, a ratos se angustia por no encontrar trabajo, por el miedo a no tener dinero y antes pasó momentos de incertidumbre por no encontrar una casa barata y que le gustara.

Una chilena que vino a hacer un curso de especialización se siente perdida al principio por tener demasiado tiempo libre y vivenciar la falta de redes, de referentes con quienes compartir.

Una española se vino porque “en España se ve super guay viajar solo, es como que lo tienes que hacer antes de los treinta”. Pero reconoce: “no ha sido nada guay, es muy difícil, me he sentido muy, muy sola; a ratos he dicho: ¿pero qué he hecho, por qué me ha venido hasta acá? Extraño a mi novio, a mis amigos; ahora me doy cuenta que he viajado casi porque había que hacerlo, pero realmente no era mi idea”.

Un alemán que vino por su pasantía al principio no entiende nada de español y se siente excluido y ahora que se termina su práctica en la empresa luego de seis meses le viene tristeza porque pensó en hacer algo especial con sus compañeros por su despedida, pero ellos no tienen tiempo y no le dan demasiada importancia.

Una inglesa ya viene asustada porque en Brasil la asaltaron y acá ha pasado varios sustos y siempre toma taxi de noche porque no se atreve a caminar sola.

Una estadounidense que pasa los treinta años se siente sola y fuera de tiempo. Vino a enseñar inglés por una fundación y todos sus colegas bordean los veinticinco y se divierten de una forma más adolescente que ella, entonces siente que no encaja.

Una boliviana que vino a estudiar a los 17 años y que ya lleva seis años acá, se siente fuera de lugar, ama su tierra, añora todo lo que tenía allá, pero como ella asume:  “mi orgullo pudo más y por eso no me devolví y ahora tengo que terminar”.

… Uffff… ¿Y yo?

… Yo también me he sentido sola. Curiosamente cuando estoy tecleando esta frase se posa un gorrión en mi mesa, me mira, salta a la silla enfrente de mí y vuelve a volar.

Sí, soledad, angustia, desarraigo, desamparo, miedos, penas. Todo eso he sentido. Soledad y desarraigo cuando busco dónde quedarme y no lo encuentro, cuando me gustaría compartir algo con amigos de Chile, por ejemplo, pero no hay internet y no puedo contactarme a no ser por telepatía; angustia, penas, desamparo y miedos cuando me roban cosas en el “anti-hostal” (así bauticé al Che Lagarto de Montevideo y podría escribir un blog entero con la lista de reclamos y sugerencias) donde me quedaba y nadie responde por nada, cuando me desanimo con la búsqueda de lugar y empiezo a ver –internamente- un escenario donde se apagan las luces…

Así no más es. Nuestros fantasmas (o demonios), esos que están en nuestro ADN desde quizá cuántas encarnaciones y que salieron a pasear en toda nuestra infancia, esos, son fieles, nos acompañan, no nos abandonan, son capaces de seguirnos a Alaska y sin abrigo alguno.

Seguro hasta Paris Hilton cuando viaja a Europa lleva los suyos en una valija rosada, y el guapo Keanu Reeves, que cuando fue a Chile como buen rico y famoso pasó de la nieve a la playa en avión privado como quien cruza la vereda, probablemente los dejó un rato en la maleta, pero estaban ahí esperándolo; y Angelina Jolie con Brad Pitt llevan los suyos –que obvio que son bellísimos y glamorosos, pero fantasmas al fin- a África y a Asia a pasear…

“AUNQUE NO LO VEAMOS, EL SOL SIEMPRE ESTÁ”

Nuestras heridas del alma, los fantasmas de los que hablo, no se van porque cambiemos de lugar, ni por toda la terapia que hagamos, ni por todos los libros de autoayuda que leamos. No, ellos son parte de nosotros y están a nuestro lado para algo. Sólo nos queda “amigarnos” con ellos, aprender a convivir con esas heridas que a veces aparecen al menor estímulo, seguirles la pista y comprender cómo se mueven, cómo avanzan, cómo les hacemos caso y cómo se disuelven.

Sí, porque afortunadamente se disuelven. Al rato vuelven a tomar forma, pero nos dan recreos.

Cuando lo hacen, aparecen nuestros ángeles, nuestras “bendiciones”, esos regalos que también están en nuestro ADN y que nunca se han ido, sólo quedaron en la sombra mientras los demonios jugaban más fuerte.

Así, por ejemplo:

El rumano hoy alquila una habitación en Ciudad Vieja en una casa que le encanta y está trabajando por Internet.

La chilena tiene amigos locales, va al club a hacer deportes y disfruta de una nutrida cartelera cultural y social.

La española siente que creció mucho con la experiencia y a su regreso a España vivirá con su novio porque se dio cuenta lo importante que es él para ella.

El alemán hasta puede hacer chistes en español, tiene novia local y uno de sus compañeros lo invitó a su casa para hacer algo en sus últimos días acá.

La inglesa aunque está feliz de regresar a su país siente que extrañará mucho Montevideo porque hizo muy buenos amigos.

La estadounidense se dio cuenta que su vida es mucho más activa y nutrida acá que en su país y agradece no tener la presión de cumplir el famoso sueño americano al estar acá.

La boliviana agradece poder vivir sola, tener libertad y ver que está a punto de terminar sus estudios.

Y una tal Jimena, venida de Chile, está feliz de estar relatando esto, de haber roto su rutina santiaguina para, por ejemplo, escribir desde un café en una bella terraza de Villa Biarritz mientras afuera hay tormenta. Está contenta explorando su nuevo barrio, disfrutando de un hostal bastante más digno y amable junto a un par de amigos brasileros; además está agradecida de sus bellísimos amigos uruguayos que hasta le dieron flores de Bach para calmar la angustia y obvio que le mandaron mensajes por celular dándole ánimo; sin duda un gran tesoro. Y siente que está –aunque con todos sus fantasmas activados- más viva acá con muchos desafíos y regalos, que siguiendo la inercia que últimamente sentía en Santiago.

Desde aquí, eso sí y aprovechando la ocasión, le manda un recado a sus ángeles: ¡Yaaa poh! (¡Bueno, taaa!) No se contagien del lento ritmo uruguayo y cuando los llame vengan pronto, no al día siguiente y después de la merienda, ¡na’ que ver, si la ayuda celestial cumple horario las 24 horas y además en los países chicos se supone que debería llegar antes y sin costos de envío!, ¡No dejen la pega (laburo) botada!

Atte. Ji.

DE LA INCERTIDUMBRE AL CAMBIO

¡¿Qué onda?!  Parece que Noé, San Isidro y cualquier ser mítico que rija el agua, se picaron, se juntaron, e hicieron de las suyas.

No se puede pasar de 33 grados de rrrico calorrrr húmedo durante todo el día y que no baja ni por equivocación en la noche, a la tormenta eléctrica con escándalo que te despierta con los truenos y el viento golpeando las ventanas a la mañana siguiente.

No, poh! Den algún aviso al menos… Aunque lo tuve, ahora que recuerdo: una señora ayer en el ómnibus dijo: este calor va a traer agua! Y las otras tres que iban en frente asintieron y se pusieron a conversar del calor, mientras yo me divertía con sus comentarios.

Bueno, el tema es que sí, llovió (chovió, en uruguayo, y/o “diluvió, viste?”), y con escándalo. Si no me cree, puede verlo clickeando aquí: http://www.elpais.com.uy/especiales/galerias/vergaleria.asp?gal_id=815

Y luego, a media tarde, esto parece un sauna porque la temperatura no baja.

Pero al anochecer aparece mi amigo el viento frío y entonces tengo que recuperar alguna bufanda olvidada… Y encima anuncian tormentas para el fin de semana… No se puede jugar así con el arrugado clóset del turista, ni menos con quienes andamos con la incertidumbre a flor de piel últimamente! (Eso lo contaré en otro post)

En medio de esta fluctuación climática donde ni los uruguayos saben qué ropa ponerse, les cuento que me puse cheta, (dícese de “cuica”, “pituca”, “estirada”, “fifi”… cho qué sé). Mmm, resulta que mi única certeza por estos días es que quiero generar un cambio dentro de este viaje y decidí que me mudo de barrio: me voy a Pocitos, uno de los sectores acomodados de Montevideo.

Mi balcón en pleno centro

Mi balcón frente al Edificio Presidencial

Es que yo, la linda, actualmente me quedaba en un hostel (no muy agradable ni eficiente, con una energía rarísima) que es como quedarse en Plaza Constitución, en la plaza cívica de la ciudad; en cualquier momento le hacía señas al Presidente de ventana a ventana! Podía ver el cambio de guardia desde mi balcón, por ejemplo.

Ya, me encanta el centro de Montevideo, Ciudad Vieja, Plaza Matriz, el teatro Solís, el Mercado del puerto y toda la onda, pero confieso que me agoté un poco también. Creo que me cansé en parte porque ya lo conozco, aunque siempre hay rincones para sorprenderse, pero también porque los barrios céntricos de muchas ciudades, una vez que el sol se esconde, muestran un lado poco amable; más aún si el puerto está cerca. Y acá se ve bastante marginalidad a ratos, gente que vive en la calle o de pedir limosna y ciertos personajes que dan un poco de miedo para quienes viajamos solas. Seguro son los mismos que vería en Santiago, pero a esos los conozco; creo que es una cosa de códigos, pero también de miedos… algo me está pasó con ellos, con los miedos conscientes e inconscientes… Y les adelanto parte del contenido de mi próximo post: viajamos con nuestros fantasmas.

Volviendo al cambio: ya llegué a mi nuevo hostal, es el Unplugged Hostel, lleva sólo unos meses funcionando, es una casa de dos pisos con recovecos, patio para el parrillero, terraza y bar, en un barrio parecido a Providencia y a la costanera de Viña del Mar, con edificios algo más modernos, casas ídem que conviven con otras clásicas, playa y rambla muy cerca. En fin, ahora voy a explorarlo y a contarles cómo es este lado caro de Montevideo y cómo son mis nuevos vecinos.

Que pasen bien!

Ji.