Siento mucha emoción y se me humedecen los ojos al partir a Pucatrihue (la costa de Osorno, en el sur de Chile), también al hablar con Judith. Voy en viaje hace unos días por los sures argentinos y chilenos. La primera parte la hice acompañada; fue sanadora y chistosa; con el ‘saludo’ de bosques de arrayanes que hicieron su limpieza y noches repletas de estrellas que nos maravillaron y reconectaron en medio de las montañas verdes guardianas… Ahora me embarco en un microbús que sale desde la feria Rahue, en Osorno, donde gente del campo viene a vender sus productos: frutas, verduras, quesos, miel, huevos, granos, especias (el ají merkén real, entre otros), pescados, mariscos, flores, bebidas. Y antes de partir –como tengo unos minutos porque aún no sale el bus– compro algo de fruta, limones y tomates que una señora me explica que no tienen nada agregado, que son de su «tierra no más»; intuyo que quiere decirme que son ‘orgánicos’ (como ahora el marketing en las ciudades los clasifica y encarece), y le digo que sí, que la entiendo perfecto porque se nota que sus tomates cherry son de verdad, ¿no ves que tienen aroma? –agrego con placer. Por mientras, una familia -de tres generaciones: padres, hijos, nieto- que va por el día a esta playa/campo con su perrita fox terrier incluida, cuida mi bolso en el bus. Yo sigo con mi compra rápida. En medio hay un carro que ofrece Muday, una bebida mapuche que hace rato tengo curiosidad por saber qué es. Le pregunto a la chica que lo vende eso mismo: qué es. Me explica que es una bebida que se hace del trigo y que al principio no tiene alcohol, es dulce pero que se puede dejar fermentar también, como la chicha de manzana, que es más popular. Me da a probar en un vaso pequeño «para que no se quede con las ganas poh, casera». Me encantó, no está muy dulce y sacia la sed. Ya me tengo que ir así que me despido agradecida de la degustación.
Cuando voy camino a subirme, otro chofer me conversa sobre Pucatrihue y los arreglos que hay en la ruta, lo que demora el viaje y demás. Es muy amable con todos. Él va a Maicolpué, un balneario que está al lado de Pucatrihue. En medio de esto una señora huilliche, muy menuda, pequeña como yo, de cabello largo y labios pintados fucsia, muy vital, se lamenta que tendrá que esperar el otro bus porque ya está lleno. Le digo: no, al lado mío hay un puesto, puedes subirte–. Ella va a mirar, le avisa al chofer para poner todos sus bolsos atrás y se sube. Es Judith, de energía tan pura, que siento cómo se conecta mi alma, cómo se expande mi corazón en ese momento y casi lloro al tiempo que agradezco esta poderosa sensación. Conversamos todo el camino animada y fluidamente. Hablamos de los choferes de las micros, que a veces tienen buena voluntad, otras no, cuando alguien lleva muchos bolsos como ella; me dice que ese con el que yo conversé es muy buena persona. Más allá, ella se compra un milcao (pan en base a papa) porque en la ruta hay arreglos, nos detenemos y suben vendedores; me dice que ese es bueno porque ella conoce a la chica que los prepara. Se lo come feliz. Me cuenta su vida, que llegó a cuarto básico no más (con 9 años de edad) porque la profesora era muy estricta (les pegaban con varillas para imponer orden; como pasaba hace unas décadas) y «antes los papás no sabían que la educación era importante, poh» y ella era rebelde -nos reímos juntas con sus anécdotas de la escuela-, también me habla de sus hijos; y que ella tiene un puesto en la ruta con comidas y muday, que da pensión para los trabajadores de la zona y que a todos les gusta su comida. Luego comentamos la agitada actualidad nacional y cómo le afecta a ella todo esto. Después de más de una hora de camino ella se dispone a bajar en su casa, que está en unas lomas al costado de la carretera. Me dice que ahí está ella, que la pase a ver cuando quiera y que me puedo quedar. –Chao, hijita, un gusto de conocerla, se me hizo corto el viaje; que lo pase bien– me dice con su sonrisa y ojos chispeantes; nos abrazamos con mucho cariño y me quedo viendo cómo baja todos sus bolsos, mientras sigo muy emocionada y agradecida por este bello encuentro. Aún no llego a mi destino y ya estoy más que feliz… Poco más allá, la chica que va detrás mío con su hijita de alrededor de un año, se acerca al chofer para que le llegue más aire a la pequeña que viene mareada. Entonces él, unos metros después, detiene el bus y madre e hija bajan unos minutos para que se pase el mareo. Todos comentamos que la niña se siente mal. Nadie reclama ni se estresa; parece muy natural todo. Al rato ambas se suben y ya se siente mejor. Todo el bus figura aliviado y contento…

Entrada a Pucatrihue (foto desde el bus)
De las ‘cosas’ que más me conmueven en esta Vida están la belleza del alma humana y el noble poder de la naturaleza con toda su bondad… Sin saberlo desde la mente, sino dejándome guiar por sensaciones e intuiciones y por un viaje sin mucho itinerario ni referencias, ni expectativas, en estos días de vacaciones uno ambas cosas y resulta una aventura tanto sanadora, como alegre, revitalizante y de gran conexión…

Río y mar se unen
Esta costa de Osorno es zona huilliche, uno de los pueblos originarios de esta América sureña, más ligados al mar y la pesca. Un día converso con Inés, que trabaja en el hostal (Inalcar, con mucha identidad; es la segunda vez que vengo) donde me quedo. Le pregunto que cómo llega desde su casa; me cuenta que viene en lancha, «es que yo soy del agua, pura agua yo no más» –dice con orgullo y no sé si ella dimensiona el poder de esa frase que me quedo saboreando en medio de sus anécdotas. También me dice que cuando quiera puedo ir, que ella me muestra cómo llegar. Yo vuelvo a conmoverme. Este espacio, Pucatrihue (‘lugar escarpado’, en mapudungún), no es un sitio con lujos a ojos del sistema pero sí con otras riquezas más preciadas. Hay casas lindas y otras muy precarias. Una caleta de baja energía –como la mayoría lo es, al igual que los puertos de cualquier lugar–. Se nota que una cuota de alcoholismo, como suele haberlo en las zonas alejadas de distintos países –y en algunas capitales de clima frío también–, ronda en el ambiente de ciertos sectores… Pero de lo que más hay aquí es una naturaleza bellísima y majestuosa, que te deja en profunda conexión con la Vida y en un valioso silencio acompañado por el sonido del oleaje intenso; donde el río se une al mar abierto, donde zonas de campo y de las colinas están intactas y sueltan agua de vertientes, donde los colibríes y otros pájaros tienen su constante fiesta entre flores y frutos, donde las vacas aparecen cuando menos te lo esperas, donde la gente al verte caminando te ofrece llevarte (como me pasó tres veces y acepté aunque tenía pensado caminar), donde los lugareños sonríen amablemente, saludan, en una de esas te dicen ‘hola, vecina’ y están abiertos a compartir y ayudar, porque en ‘Puca’ como ellos la llaman, dado todo este contexto y su vibración, el alma colectiva tiene menos barreras del ego para emerger y brillar…

Espacio sagrado en Pucatrihue
Y todos los días en que estuve ahí voy a ‘mi rincón sagrado’. Alis, la dueña del hostal, coincide en que lo es. Voy a hacer conexiones y canalizaciones. Es un camino antiguo, de ripio, que va al lado del río, donde la vibración es tan alta que te hace respirar profundamente, sanar toda interferencia y te sobrecoge. Siento felicidad pura de solo estar ahí. Una de las mañanas en que voy camino hacia allá (es como una hora hasta llegar al inicio y luego otra por el camino mismo, aunque creo que yo me demoro más porque me detengo mucho a sentir, observar, reírme, tomar fotos y agradecer), una familia me ofrece llevarme en su jeep, mientras voy por la ruta al lado del mar. Son lugareños, muy dulces; les digo que voy al camino viejo, pensando en que me dejarán en la entrada; me dicen que ellos también, entonces lo recorremos en auto mientras conversamos y ya cuando termina, después del puente, les digo que me bajo ahí. –¿Aquí no más? –me dice la esposa. –Sí, es que vengo a hacer unas… ‘meditaciones’ –le respondo para que me entienda. –Ah, ¡¿eso es como el yoga?! –me dice con entusiasmo. –Sí, eso mismo, parecido al yoga –le respondo sonriente. Nos despedimos contentos, yo muy agradecida, y una vez que se pierde el ruido del auto me quedo en pleno silencio con el río, los pájaros y las mariposas. Nuevamente mis ojos se humedecen y el corazón se expande. Es mucha la plenitud y la belleza. Avanzo conmovida y liviana hasta una parte en la ribera donde me siento a hacer mis conexiones, no sin antes pedir permiso al lugar, saludar y solo estar ahí, disfrutando y sintiendo ese espacio. Los árboles guardianes y el río tranquilo sostienen con mucha nobleza la poderosa energía de este lugar. Después de llevar un rato escribiendo en mi cuaderno, de repente siento ruido tras de mí, miro y me asusto. Veo dos bultos negros. Y luego los saludo con risa, son dos perros que vienen a instalarse conmigo y a pedir cariño; a una de ellas ya me la encontré el día anterior y me siguió un trecho, ahora con su compañero me invaden completamente y entiendo que ya terminó la canalización, que es hora de jugar con ellos, de quedarme ahí. Rato después parto de vuelta y caminamos juntos un buen tramo hasta que naturalmente se detienen porque seguro ya saben que voy más lejos y ellos tendrán que volver a su casa. Nos despedimos y me quedan mirando hasta que los pierdo en el camino. Sigo de vuelta llena de vida.
… Días después me toca volver a Santiago. Hay mucho que preparar y coordinar con los Talleres de Astrología. Por mí me quedaría un par de semanas más en este sur sanador. Pero ya ando por acá en la ciudad, con sus bocinas y su vibración tan eléctrica. No la rechazo; solo me cuesta el ajuste, así que veo que saldré unos días más antes de retomar oficialmente todo… Pero les dejo este relato con la energía de Pucatrihue y algunas fotos más abajo, porque en este ciclo tan concreto e incierto a la vez, donde –por si nos faltaran estímulos– Marte (energía muy activa, individualista e impulsiva) se unió al coro de planetas que tenemos en Capricornio y traerá más desafíos, sorpresas y otras cortinas de humo (además de los supuestos «virus»), en especial (si miramos a corto plazo, porque todo 2020 será un camino transformador, con todo lo que esta palabra implica) hasta la primera quincena de abril, siento que el contacto profundo con la naturaleza y el ser capaces de conectar con el alma humana en vez de quedarnos pegados en el ego ajeno y propio –que dará material para dar y regalar, en especial en torno a los miedos personales y colectivos, los cuales siempre provocan violencia– serán dos GESTOS CLAVES para atesorar, para mantenernos centrados, conectados; para cuidar de nosotros mismos, ver lo realmente importante y sentirnos –pese a los golpes o machucones– honrados de atravesar estos tiempos extraordinarios donde la Consciencia está, sin duda, elevándose e irradiándose cada vez con más fuerza y donde el Amor -en medio del desconcierto– se puede palpar. Gracias una vez más ❤ Ya vuelvo.










Por estos días tengo a Chile en mi corazón. Los invito a todos a hacer ese gesto energético. Poner a Chile, a América y al Planeta en el centro de nuestro pecho para desde ahí resguardarlo con dulzura, sin miedo; desde ahí limpiar oscuridad sin rechazo, armonizar y darle Amor. Esto que está pasando por incómodo, doloroso, atemorizante y enojoso que sea, tenía que suceder, tiene que ser inicialmente de esta forma y es el comienzo de un gran cambio del que TODOS (aquí nadie sobra y nadie «está mal»; todo sirve) somos preciados protagonistas… Y que nos obliga a todos a salir de nuestra -incluso injusta en muchos casos- comodidad, de lo que conocíamos como tal. Enhorabuena.
Llovió todo el día. Yo feliz. A ratos con viento y a ratos muy suave. Me quedé prendada mirando el majestuoso lago Llanquihue y sintiendo su energía tan guardiana. En Frutillar. Era lo que quería y necesitaba después del aire muy seco en Santiago y luego de meses de mucho trabajo: sentir y contemplar la lluvia, respirar aire húmedo y puro rodeada de verdes y quietud… Por la noche llego de vuelta al hotel y suena la música de Juan Luis Guerra en el comedor, mientras converso un poco con unos brasileros que me hacen gracia porque hablan muy fuerte y en el sur de Chile prácticamente se susurra -en notas agudas- al lado de este tono, entonces varios los miran con extrañeza y cierto descontento.

Y a raíz del primer punto, nuestro querido ego, vaya que ha dado material en este
Y por si a alguien le faltan ingredientes en esta poderosa sopa, el lindo de Mercurio está retrógrado y me da mucha risa que él sea el primero con quien me encuentro en una mañana por el
Como conversaba con Katy, este tiempo es intenso pero sin vorágine. Se nos pide gran autenticidad, coherencia y dejar de maquillar situaciones. Este tiempo requiere escucha interna para ser cada vez más genuinos y fieles al llamado de nuestra alma. Por eso es doloroso ver, asumir, dejar actitudes, dejar situaciones o relaciones. Porque ya no podemos mentirnos como hasta hace unos años. Ahora no. Encima -con Júpiter en Sagitario- en cualquier momento se ventila la verdad con megáfono y se paga muy caro la deslealtad hacia nosotros mismos… Ya no podemos pasar por alto señales, sensaciones, insatisfacciones. Como humanidad -además- atravesamos una revalorización y ‘recomprensión’ del verdadero disfrute, que es sin gula (sin acumular), que nos pertenece, es
Estoy muy lenta en relación a mi ritmo normal. Poco a poco, recupero el sueño; también el apetito… Me siento casi pisciana, poco aterrizada y sintiendo todo… Figuro en el bello sur de Chile, en un viaje muy distinto a otros aunque el paisaje es el mismo: el verde intenso, los lagos azules, los volcanes guardianes. Una vez instalada en el 
Por primera vez en meses puedo quedarme en casa una tarde de sábado sintiendo el sol en la terraza, viendo programas de tv que me gustan, comiendo un poco de helado de piña que no sé desde cuándo estaba en el freezer, tomando té verde sin tiempo… Cuando vives momentos exigentes y extraordinarios valoras mucho lo simple y lo cotidiano que antes estaba y no lo veías del todo…
astrología que compartimos en parte del primer semestre con un bello grupo que ahora no sólo maneja nutridos conceptos de astrología e interpretan con agudeza, sino que además vibran de otra forma y se nota un poderoso crecimiento que hace que se muevan con nuevos sentidos… Agradecida de tener el espacio para observar y sentir este tiempo no sólo el personal/familiar, sino este ciclo colectivo tan mágico y luminoso donde tantos ya despertaron, aunque el sistema quiera hacernos creer lo contrario… Agradecida de sentir el viento, la lluvia -últimamente escasa- en Santiago y ver el bello arcoiris que bendice la ciudad y que muchos amigos reportan con fotos para que todos lo disfrutemos…